—Ya que no quieres hablar, te refrescaré la memoria. Y no me provoques, porque soy capaz de acabar contigo y con lo poco que te queda... si es que aún te queda algo.—¡Usted mató a mi padre y le hizo daño a mi madre! —respondió Pedro lentamente, con rabia contenida.—¿Mary? —preguntó Carlos, sorprendido.—¡No mencione a mi madre, ella es una santa! —gritó Pedro.—Mary... ¿Qué sabes tú de Mary? ¿Dónde está ella? Dímelo todo. —Carlos se acercó bruscamente y lo tomó por el cuello de la camisa—. ¡Dime dónde está Mary!—¿Para qué? Usted le hizo mucho daño.—Ella es muy importante para mí. Dime dónde está.—Si hubiera sido importante, no le habría hecho todo lo que le hizo.—Tú no sabes nada, imbécil, y nunca lo sabrás —gritó Carlos con furia—. Sabes que puedo destruirte. Deja las cosas como están o correrás la misma suerte que tu padre. Ahora, lárgate de mi vista y de mi pueblo.Pedro sabía que se estaba enfrentando a un hombre peligroso, alguien a quien jamás podría vencer solo. Carlos te
Cuando iba a recogerla después de clases, no podía dejar de mirarla por el espejo, y eso resultaba muy incómodo para Isabel. Pero era mejor que su madre lo supiera; no tenía secretos con ella, y este no sería la excepción.Esa noche, estando en su habitación y dispuesta a irse a la cama después de realizar sus labores académicas, tocó su madre a la puerta.—Hija, ¿aún estás despierta? —Sí, mamá, entra por favor. —Quería preguntarte, ¿cómo va todo en el colegio?—Bien, mami. Pero quiero confesarte algo que es muy importante para mí.—Sí, cuéntame. —Rafaela se sentó en la cama e Isabel recostó la cabeza en su regazo.—Mami, es que no quiero que mi tío John me vaya a recoger al colegio.—¿Por qué, mi amor? Si fuiste tú quien dijo que querías que él fuera, que no confiabas en nadie más. —Sí, mami, pero ya cambié de opinión. Te lo voy a decir, pero no quiero que discutan entre ustedes. —Isabel se sentó en la cama.—Ya me estás asustando, hija. Dime lo que
—¡No seas imbécil! —volvió a gritar Rafaela—. No vuelvas a decir estupideces. ¿Sabes? He cambiado de opinión. Quiero que te vayas —dijo decidida.—Te recuerdo que tú y yo somos los dueños de estas empresas.—Hermanito, eso era antes de que despilfarraras cantidades de dinero a diario. Tengo por escrito cada peso que gastas y, la verdad, es poco lo que te queda. Es mejor que aceptes mi oferta.—¿Y cuál es tu oferta, hermanita?—Que me vendas tu parte y te vayas.—Está bien, no se diga más. Busca a tu abogado, yo traeré el mío y a los contadores. Que el negocio se haga lo más pronto posible.Para Rafaela, aquello fue una sorpresa. No esperaba que su hermano tomara la decisión con tanta tranquilidad.Rafaela le entregó lo que le correspondía y, en realidad, no fue mucho. Las salidas con mujeres, las lujosas fiestas, los costosos viajes y las excesivas facturas de ropa para él y sus novias fueron creando un enorme hueco en la fortuna que compartían. Rafaela, astuta y precavida, conocía bi
Era la hora de la cena y Junior no bajó al comedor. Su padre, enojado, mandó a una de las empleadas a buscarlo.Un grito desgarrador se escuchó desde el piso superior, y todos corrieron hasta la habitación del joven. La escena que encontraron fue aterradora: Junior estaba tendido en el suelo sobre un charco de sangre. Se había cortado las muñecas.Carlos, desesperado, lo tomó en sus brazos y salió corriendo hacia el auto para llevarlo al hospital. El estado del joven era crítico, y al llegar, los médicos se hicieron cargo de él de inmediato.Carlos estaba completamente destrozado. Su hijo significaba todo para él, y exigió a Michael que investigara qué lo había llevado a intentar quitarse la vida. Además, pidió al personal del hospital que guardara absoluto silencio sobre lo sucedido; no quería que la noticia se propagara por el pueblo. Necesitaba respuestas, necesitaba saber qué había llevado a su hijo a tomar una decisión tan drástica.La familia, desconcertada, le pidió a Michael q
– Sí –respondió Pedro–. El niño se llama Carlos Junior Robles y vive en la hacienda. Fue criado por la esposa de Carlos como si fuera su madre.Rafaela estaba muy preocupada. Isabel le había confesado que Carlos Junior estaba enamorado de ella y le había pedido ser su novio. ¿Qué habría pasado si Isabel lo hubiera aceptado? Solo de pensarlo, un escalofrío de temor recorrió su cuerpo. Pero había algo más que la inquietaba: Carlos aún no sabía que era el padre de Isabel, y ella rogaba que, por ahora, no lo descubriera. Ya no quería más problemas con ese hombre. Había escuchado de varias personas en el pueblo que Carlos Robles era alguien muy peligroso, un hombre con el que había que tener mucho cuidado. Necesitaba alejar a su hija de ese lugar; era mejor que la verdad nunca saliera a la luz.– Pedro, quiero pedirle un favor –dijo Rafaela–. Carlos es un hombre muy malo, usted lo sabe. Por el bien de Isabel, él no debe enterarse de que es su padre, y ella tampoco debe saber que es su hija
—No, no es tan fácil. Mis padres hacen todo lo que mi hermano les dice, y de seguro me pedirá que me deshaga de mi bebé, pero eso no lo voy a permitir. Primero huyo lejos antes que abandonar a mi hijo.Juliana no tuvo más remedio que volver a casa de sus padres. No tenía dinero y en su anterior trabajo no la quisieron recibir de nuevo porque se había marchado sin previo aviso. Los días siguientes fueron una tortura para ella; los malestares del embarazo se hacían cada vez más evidentes. Por las noches, recordaba los momentos que pasó con Pedro en el hotel donde él se hospedaba. Habían sido los mejores momentos de su vida. Ahora le tocaba enfrentar a su familia, especialmente a su hermano. Le preocupaba mucho que Michael la obligara a abortar cuando descubriera que estaba embarazada.Se preguntaba: ¿dónde estaba Pedro? Sus palabras de amor le parecían sinceras, y en él había visto algo que no encontró en los demás hombres con los que había estado. Era muy extraño que, justo cuando em
—Eso no importa en este momento. Lo único que sé es que voy a tener a mi hijo por encima de cualquier cosa.—Tú sabes muy bien cómo es tu hermano, y no va a permitir que tengas un hijo siendo madre soltera.—Mamá, ¿por qué permiten que Michael sea tan mala persona? Él no tiene por qué meterse en mi vida. No soy una niña, soy mayor de edad y puedo hacer con mi vida lo que me venga en gana. Además, no le estoy haciendo daño a nadie.—Hija, pero... —Juliana se marchó al patio trasero, dejando a su madre con la palabra en la boca.Michael no tardó en darse cuenta de que Juliana estaba embarazada, y en cuanto lo supo, se enfureció. Ya tenía cinco meses de gestación y, cada vez que su hermano visitaba la casa, ella se escondía en su cuarto o usaba camisetas grandes para ocultar su vientre creciente. Pero un día, Michael llegó sin ser visto y la encontró en la cocina.—¡Eres una zorra! —Juliana dejó caer el plato con fruta picada que tenía en las manos. Su rostro reflejaba el miedo que le te
—¡Mary…! —dijo Carlos con la voz entrecortada, como si el pasado hubiera decidido presentarse de golpe ante sus ojos—. ¡Eres tú!—Su nombre no es Mary —intervino Rafaela con firmeza, y su tono cortante fue como un cuchillo que partió en seco la emoción del momento.Carlos parpadeó, atónito. Sus ojos se posaron de nuevo en el rostro de la joven, tan parecido al de aquella mujer que una vez marcó su vida.—¿Qué le pasa, señor? —añadió Rafaela, esta vez con dureza, colocando a su hija detrás de ella como si quisiera protegerla de un fantasma que volvía a rondarlas.Las miradas de ambos se encontraron por un instante. La sorpresa, el dolor y la rabia no disimulada flotaban en el aire denso que los envolvía.—Vaya, vaya… a quién tenemos aquí... —murmuró Carlos, alzando la vista al cielo con fingida admiración—. La gran dama Rafaela Martín.—Lo mismo digo... El gran señor del pueblo, Carlos Robles —respondió ella, arrastrando las palabras con una ironía que parecía veneno—. Te presento a mi