La felicidad fue llegando paulatinamente a la familia. Isabel y Michael estaban radiantes: ella estaba embarazada. Al enterarse, lo primero que hizo fue llamar a Mary y a Rafaela para contarles la buena noticia. Juliana y Pedro se alegraron también; otro niño más corriendo por la casa y los jardines sería una bendición. Rafaela, por su parte, se mostró encantada: deseaba nietos, muchos nietos que llenaran su vida de alegría.

El romance entre Jesús y Mary no tardó en llegar a oídos de Carlos. Él no permitiría que le arrebataran a Mary tan fácilmente. Ella ya no lo evitaba ni huía al verlo. Carlos la amaba, y estaba decidido a encontrar la forma correcta de recuperar su amor y conseguir su perdón.

—¿Mary? —contestó una llamada entrante en su teléfono móvil.

—Sí —respondió, sin reconocer el número.

—Soy Carlos. Quiero verte.

—¡Yo no quiero verte!

—Solo quiero que hablemos.

—¡No tengo nada que hablar contigo!

—No tengas miedo de mí. No voy a hacerte daño.

Mary colgó de inmediato. No querí