Mary entró a la casa y caminó con paso firme hasta la habitación de Junior. No le importó que Carlos continuara mirándola desde la entrada. Se inclinó sobre su hijo, lo besó en la frente y le acomodó con cuidado las almohadas.
—Te extrañé. ¿Y cómo te fue en tu cita? —preguntó Junior.
—No era una cita, hijo —respondió ella, con una sonrisa forzada.
Pero por dentro, Mary estaba intranquila. No dejaba de pensar en la mirada de Carlos al verla besándose con Jesús. ¿Qué estaría planeando ahora?
La tarde transcurrió sin incidentes. Vieron una película de humor juntos. Cuando Junior se quedó dormido, Mary fue hasta su habitación, se dio una ducha rápida y se recostó un momento. Poco después, una voz detrás de la puerta la despertó.
—Señora Mary... señora Mary...
Se incorporó algo desorientada.
—La cena está lista —anunció la empleada desde el pasillo.
—Gracias —dijo Mary, aún somnolienta.
Miró el reloj de la mesita de noche: faltaban diez minutos para las siete. Había dormido casi dos horas.