Mary se encontraba organizando la habitación de su hijo Junior cuando una empleada la avisó de que alguien la esperaba en la sala de estar. Dejó a la enfermera y a otra trabajadora encargadas del aseo y bajó.
—¡Qué visita tan agradable! Gracias por venir —dijo Mary con una sonrisa al ver a Jesús.
—Perdona por no haber venido antes, no quería tener problemas con Carlos —respondió él.
La visita de Jesús fue una grata sorpresa. Mary disfrutaba de su compañía. Se saludaron con un abrazo y un beso en la mejilla, y con una taza de café iniciaron la conversación.
—¿Cómo has estado? He pensado mucho en ti… estar al lado de ese imbécil es una locura.
—He estado bien. Aunque no lo creas, se ha portado muy bien —contestó Mary.
Estas palabras desconcertaron a Jesús. ¿Mary hablando bien de Carlos?
—Más le vale a ese imbécil portarse bien contigo. Quiero invitarte a almorzar —dijo Jesús, sintiéndose incómodo.
—Está bien. Solo iré a decirle a Junior que saldré un rato y me cambiaré —dijo, señalando