Al regreso de Pedro, Mary lo puso al tanto de lo que estaba sucediendo con Carlos. A él no le gustó para nada.
—¡Madre! Ese tipo te hizo daño y mató a mi padre. ¿Cómo puedes pensar que ha cambiado? ¡Ese hombre sigue siendo un desgraciado! —dijo Pedro con furia.
Juliana, molesta, le reprochó a Pedro el modo tan grosero en que había hablado a Mary.
—Ella tiene derecho a darse otra oportunidad.
—¡Pero no con ese hombre! —gritó Pedro.
—Con quien ella elija. Es su vida. Si él es el hombre que ella quiere, debemos respetarlo.
—No lo permitiré —murmuró Pedro entre dientes, con la mandíbula apretada.
—Pareces más un marido celoso que un hijo —continuó Juliana, cada vez más enojada.
—Es mejor dejar esta conversación hasta aquí —dijo Pedro, dando por terminada la charla.
—Amor —susurró Juliana, abrazando a su esposo por la espalda—. No discutamos por tonterías, sabes que te amo.
—Yo también te amo. Pero no quiero que mi madre salga lastimada de nuevo. Ella ha sufrido demasiado, y todo por culpa