SIENNA
Los tres días siguientes son abrumadores. Massimo no me dirige la palabra, excepto para pedirme que me vaya, maldecirme o gritarme. Todos los días entro a la habitación para cambiarle el vendaje y llevarle comida, pero él apenas me mira.
Incluso, las personas del servicio están empezando a sospechar que hay algo mal entre nosotros. Ya ni siquiera me molesto en ocultarlo. ¡Que piensen lo que quieran!
Cada vez que cruzo esa puerta intento mantener la calma, pero es complicado cuando no dejan de recordarte lo que hiciste cada segundo. Puede que haya actuado mal, pero también tuve mis razones.
No he hallado otra manera de expresarme que esta. La pintura se escurre entre mis dedos cuando dejo que el agua intente desvanecerla. Espero que con ella también se vaya el sentimiento con el que he cargado.
Seco mis manos y vuelvo a mi habitación, donde me espera un nuevo cuadro. He tenido mucho tiempo libre entre cuidar a Massimo, los entrenamientos de boxeo, y salir a correr todas las maña