SIENNA
No es que sea una persona chismosa, pero que esté escuchando detrás de esa puerta no es por curiosidad. Lo hago por fines investigativos, ya que debo saber cómo resolver mi situación.
Apoyo la oreja con más fuerza contra la puerta, intentando que el eco de sus voces no se me escape entre los latidos que me retumban en el pecho. La madera vibra apenas, como si también temblara al escuchar lo que ellos dicen.
— Lo hice anoche —dice Matteo con ese tono plano, tan sereno que duele—. Dante ya no será un problema. Y aquí está… —Hace una pausa y escucho el sonido metálico de algo al caer sobre la mesa—. El anillo de los Morelli. Lo llevaba puesto.
Un silencio denso se instala del otro lado de la puerta. Hasta que Massimo habla.
— Perfecto. Eso nos da una señal clara para el consejo. Cuando lo vean en mi mano, sabrán que la lealtad ya cambió de dueño… y que los errores cuestan caros.
Matteo tarda un poco en responder, como si dudara.
— ¿Estás seguro de que es lo mejor? Aún no estás del