SIENNADos días, dos malditos días enteros sin saber nada de Massimo. A duras penas entra Adriano a traerme comida.En un momento creí que iba a caer en la locura. ¿Cuánto tiempo va a dejarme acá?Todo está en silencio. No hay gritos ni amenazas, solo el sonido de mi propia respiración y el olor a los acrílicos secos. Me he pasado las últimas 24 horas pintando compulsivamente. Algo tan caótico que ni siquiera yo entiendo, pero la calma es evidente. Me da un propósito mientras espero a la llegada de Massimo.Entonces, como si mi mente hubiera pedido auxilio. La puerta se abre con un breve chirrido. Espero que aparezca Adriano con la misma bandeja de plata de siempre, pero en cambio, unos pasos firmes y conocidos resuenan. Con esa seguridad y la evidente imponencia que irradia a su alrededor, Massimo entra y cierra la puerta tras de sí.Se me ocurren las peores formas de insultar a alguien. Por supuesto, he ensayado lo que voy a decirle apenas se le ocurra dirigirme la palabra, pero par
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