Fausto.
Cancún, Quintana Roo. La camioneta se sacudió en medio del caos de gente que salía del estadio donde Iván decidió hacer pública su toma de protesta como gobernador. Esto es lo que había ansiado desde que llegué a este estado. El dulce sabor de la victoria obtenida al tener a Iván sentado en la silla de la gobernatura. No pensé que el trago fuera a ser tan amargo. Solté un suspiro cuando finalmente pudimos salir a la avenida. Debería haber llegado al aeropuerto hace dos horas. Pero mi estupida y obligatoria agenda pública me habían complicado mucho la situación. No pude cancelar ningún evento. Carlota fue la más feliz en la inauguración del casino donde se atrevió a declarar ante nuestros amigos que estábamos comprometidos. Usualmente la hubiese callado, pero Carlota había logrado entretener a todos mis invitados cuando yo no tuve la cabeza para hacerlo. Así que la dejé tener su momento de gloria con tal de que me quitara a toda la gente de encima. Vladimir y Cesar habían asumido el peso del cartel. Deje que Vladimir comandara todo en mi ausencia. Había intentado ser lo más discreto posible sobre el secuestro de Indra con respecto a su familia. Iván y yo sabíamos que era mejor que no se enteraran de la historia completa. Por lo que me vi obligado a sintetizar la historia diciendo que el cartel del infierno había secuestrado a Indra como rehén político de su familia. Esto no fue ligado a mi estatus de empresario. Aun cuando se que yo fui la única razón de que esto pasara. La madre de Indra se había hincado ante mi para que le ayudara a regresar a su hija. Estaba desesperada. Estábamos. Había dejado al resto de la familia Diaz resguardado en mi mansión en Cancún con un gran número de seguridad pública y privada. Incluso yo me comencé a mover con más patrullas de las necesarias y con un armamento que fácilmente cargaba peso a las camionetas. Indra va a regresar. Le había prometido a su familia. Viva o muerta. Me había susurrado mi consciencia. Solté un suspiro, luego me quite los lentes de sol para poder abrir la carpeta que Kimberly me había mandado con uno de sus hombres. Habían estado llegando correos electrónicos encriptados a una de las cuentas personales de Kimberly. Documentos que ahora mismo ella estaba analizando para obtener información que nos pudiera acercar a Indra. Por primera vez en años, las manos me temblaron cuando sostuve la fina navaja en mis manos para poder cortar y abrir la carpeta de papel. Las fotos que cayeron en mis manos me dejaron frío unos segundos. Indra sufría. Lloraba en cada una de ellas suplicando por ayuda. Estaba cubierta en cicatrices. Querían quebrarla. Indra estaba en una casa de torturas similar a las que poseía mi cártel. Mujeres con máscaras le tiraban comida y cubetas de agua encima. Los ojos de Indra tenían enormes ojeras y estaban tan rojos... vi los porros de mariguana en el sucio y viejo colchón de las imágenes. Drogas para escapar del dolor. La siguiente foto fue una donde ella dormía aún con la ropa empapada en posición fetal, su cabellera apenas estaba naciendo, pero vi perfectamente lo que tenía marcado en la nuca. "Propiedad del diablo". El enojo subió por mis piernas causando una explosión de emociones que salió en un gruñido que no pude controlar. Lo iba a matar. Arrugué violentamente la foto pensando que de esta manera Indra dejaría de sufrir. No fue así. En las demás fotografías, ella estaba en una espaciosa sala, sus pómulos se comenzaron a marcar de tan poco alimento que estaba dirigiendo. Indra lloraba, podía escuchar perfectamente sus sollozos desesperados en mi cerebro. El corazón se me apretujó. La garganta se me cerró cuando vi lo que ella miraba sobre la mesa de madera. Imágenes mías. Ella me debía de odiar. Alguien más le había contado mi vida a su manera. Yo fui el responsable de arrebatarle su vida entera. Y nadie lo sabía. Dante apuntándole a Indra con el arma dorada. El golpeándola como si fuera un verdadero rival que debía ser apaleado. Ella cerrando los ojos y suplicando aun entre las lágrimas. Estaba rota. Habían logrado destruir a mi niña con cara de ángel en unos pocos días. No fui capaz de cuidarla. Ni siquiera he sido capaz de encontrarla. "Todo lo que toca un Villanueva se destruye". La voz de mi madre surgió en mi mente de nuevo. Seguí pasando las imágenes y la última realmente me saco el alma del cuerpo. Pude sentir mis manos frías de la impresión del momento. ¿Esto era el sentimiento del miedo? Indra parecía gritar entre nuevos moretones y sangre...Salazar la tenía acostada contra el sillón mientras le bajaba la parte de arriba del overol a Indra en contra de su voluntad. No había más fotos. Saque el aire retenido. Ese hijo de puta... Estaba demasiado encolerado y al mismo tiempo me sentía ansioso y raro en extraños mareos que no pude terminar de comprender. Habían abusado de mi pequeña y yo no pude hacer nada para defenderla. Nada. Pero esto es parte de tu vida Fausto. Has sido testigo de decenas de secuestros, de torturas, golpes, violaciones. ¿Por qué ahora me esta afectando tanto? ¿Es porque es ella? ¿Mi pequeña cabezona que acabo en las garras de mis enemigos? La puerta de la Suburban se abrió sin previo aviso sacándome un puto susto y alce por inercia mi arma hacia la persona que apareció. —¡Wow! ¡Cálmese!— Ulises grito asombrado. Mi pistola fue violentamente arrancada y resguardada por mi amigo cuando me desarmo en segundos. Solté todo el aire retenido. Hasta ese momento realicé que estaba completamente solo en la camioneta y que ya estábamos en el aeropuerto privado a escasos kilómetros del avión listo para ser abordado. Ni siquiera sentí el viaje. —Con un carajo Fausto, necesitas descansar ahora mismo— dijo Ulises aun sorprendido de mi actuar. El colombiano me arrebato las fotos pensando de seguro lo mala idea que fue en un principio que me las dieran. Ya ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que había podido dormir decentemente unas horas. Este infierno llevaba demasiado sobre mi tablero. Así como le oculte la verdad a la familia de Indra, tuve que ocultarla a algunos de los miembros de mi alianza. El arabe nos traiciona y a escasos días secuestran a Indra. Podría haber más de un traidor en mis filas y egoístamente eso me preocupaba aún más. Me lancé sobre uno de los cómodos sillones dentro del avión para intentar regular mi agitada respiración. Enzo estaba ahí, sentado en otro sofá frente a tres laptops con las que parecía trabajar al mismo tiempo. Íbamos a viajar ahora mismo a Rusia. Los contactos de Kimberly y los exhaustivos analisis sobre las fotos de Indra habían hecho un avance. El cartel del infierno había estado muy activo en ese país este último mes. No era mucho, pero era más que suficiente para mi para poder idear un plan de inicio. Solo necesitaba pensar con la cabeza bien descansada. Pero cada vez que cerraba los ojos tenía la misma pesadilla. Yo torturando y matando a Indra. Abrí los ojos de nuevo sintiendo como el corazón me latía rápidamente de nuevo. ¿Qué m****a me esta pasando?