6. Es un mounstro

Indra.

Mis manos se movieron temblando hacia las demás fotos para poder apreciarlas.

Otro hombre de cabellos negros y ojos demasiado azules apareció junto a Fausto para subir a un helicóptero.

Más fotos de Fausto y personas que no conocía en un panteón de lujo.

Dos lagrimas cayeron por mis mejillas cuando tome una foto donde mi hermano ajeno a la cámara sonreía en medio de uno de sus entrenamientos siempre brillando en medio de sus amigos.

Iván, Leslie, mi mamá... todos envueltos en la campaña política sin ver a la cámara.

Dios mío.

Papá salía en varias charlando animadamente con varios policías y en otras con Ariana que lo veía con devota admiración.

Mi familia.

Todos estaban marcados por mi.

Me obligue a no sollozar al ver una foto donde yo salía tan solo unos minutos antes de descubrir la cruel verdad.

Fausto y yo en la cena de alianzas susurrándonos entre risas en medio de la previa cena.

Fausto y yo peleando en algún evento del partido político.

Fausto y yo paseando al perro tranquilamente por su privada.

Fausto y yo yendo al cine y peleándonos de nuevo.

Fausto y yo besándonos en mi cumpleaños.

Mi pecho se oprimió mientras seguía viendo las fotos y mi mente se llenó de dolorosos recuerdos.

Quite la vista de la mesa. No podía seguir viendo esto.

Era demasiado para mi.

Solo mátame y ya. No puedo indagar más en esto. No quiero descubrir más horribles verdades.

Solo quería...solo quería poder llegar a los brazos de mi papá y sollozar hasta quedarme dormida.

Dormir con mis papás, como cuando era una niña pequeña para así olvidar los truenos que me aterraban.

Pero eso ya nunca mas iba a pasar.

—Voy a asesinar a cada una de las personas que ves aquí. Los torturare de una manera que ni entenderías— el hombre siguió hablando y yo no pude despegar la vista de la pared.

—Así que será mejor que empieces a hablar hermosa, todavía no te he cortado la lengua para que te pongas así— mi piel se erizo al escuchar el tono tan amenazante con el que me susurro.

Tenía demasiado miedo. Pero...¿Miedo de vivir o morir?

—No se...nada— se me corto la voz cuando dije casi en un murmullo.

¿Esa era mi voz? Tan pequeña y débil...siempre has sido débil Indra.

—Indra Díaz, sobrina política y ahijada del gobernador electo, hija de uno de los asesores políticos más poderosos del estado de Quintana Roo Guillermo Díaz. Ex-novia del hijo del gobernador pasado. Una niña rodeada de vida privilegiada que también resultó ser un culito más en la larga lista de... Fausto de Villanueva—el hombre se detuvo un segundo.

—¡¿Crees que me puedes ver la cara de pendejo a mi?! ¡Claro que sabes algo niña estupida!—el diablo grito azotando sus manos contra la mesa.

Algunas de las fotografías cayeron al suelo en medio de su cólera.

—O tal vez tengamos que...hacer que recuperes los recuerdos con una visita a la casa de torturas de nuevo— el hombre sonó divertido ahora y yo solloce al fin viéndolo a los ojos.

—Te juro que no se nada, todo fue mentira. El fue una mentira— dije en un susurro intentando no ahogarme en mi propio llanto.

Dios que tonta fui. Iba a morir y ni siquiera iba a valer la pena.

No quería que tocaran a mi familia. Ellos no tenían la culpa de esto. No era justo.

El hombre gruño y mis ojos fueron a parar a otra larga foto que tome asustada entre mis temblorosas manos.

Mire la perfecta pirámide de color dorado encendida. El "Casino Realeza Mexicana" bajo las luces amarillas lucia imponente. Cerca de veinte personas que no tenía idea de quiénes eran, cortaban el listón rojo de la inauguración del casino de Fausto.

La tristeza, decepción pero sobre todo mi esperanza fue aplastada en ese momento. Dejando así que un hueco negro se llevara lo poquito de energía que me quedaba lejos de mi cuerpo.

Fausto estaba en medio de todas las personas posando perfectamente para la cámara con una enorme sonrisa. El esmoquin negro tenía un moño rojo del mismo tono del vestido de la mujer a su lado.

La mujer de la oficina tenía sus ojos puestos sobre Fausto mientras el la sostenía por la cintura con una mano y con la otra alzaba las tijeras. Cómo si fuera su pareja.

Cómo si yo nunca hubiese existido.

Debajo de esa había más fotos de la inauguración del casino y solo me bastó ver de reojo como en cada una de ellas el entallado y perfecto vestido rojo lleno de lentejuelas aparecía a lado de Fausto.

Estaba muerta. Yo ya estaba muerta para el.

La ligera esperanza de saber que alguien intentaría rescatarme se vino abajo. ¿Cómo fui tan tonta para creer que Fausto haría algo para salvarme?

Todo fue una maldita broma. Mi familia iba a morir en vano.

Cómo fue Fausto capaz de hacerme esto.

Dios... reprimí el grito en el fondo de mi garganta, no se de donde saque la fuerza para lanzar al suelo las fotos que estaban sobre la mesa.

El hombre de los tatuajes me miró confundido sin entender que diantres estaba haciendo.

Pero ni yo lo sabía. Nunca había realizado que estaba haciendo con mi vida. Tire todo por la borda en el momento que abrí mi alma ante Fausto de Villanueva.

Me lleve las manos a la cara intentando calmarme, pero mis sollozos ya eran incontrolables.

—No...espera, no mames ¿Es neta?— el diablo dijo divertido ajeno a mi sufrimiento.

Así eran verdaderamente los narcotraficantes. Este era el verdadero rostro de Fausto.

De pronto sentí que me tomaron violentamente por las muñecas obligándome a separar las manos de mi demacrado rostro.

El peligroso hombre de ojos miel me vio con una mueca de fascinación que me hizo llorar aun mas fuerte.

—¿Cómo se presentó el perro contigo?— dijo el diablo invadiendo mi área personal.

Su aroma a tabaco me embargó y apenas pude hablar entre jadeos emocionales de dolor.

—Fausto Gutiérrez Ramos...el nunca me dijo nada, lo juro. Te juro que yo no tenía idea de esto, jamás me hubiese involucrado con el— le respondí rota.

El hombre gruñó aún sin soltarme.

—Ese hijo de puta, cínico y enfermo te vio la cara de pendeja todo el tiempo y tu caíste como estupida ante el—dijo y en un parpadeo las piernas del tatuado brincaron la mesa para quedar totalmente a mi lado.

El hombre me soltó los brazos y una de sus manos se dirigió a mi cuello el cual apretó no lo suficiente fuerte para ahorcarme.

Sentí algo duro y frío contra mi cabeza.

El arma.

—Hasta para ser rehén eres inservible hermosa—murmuro muy cerca de mi.

Cerré los ojos fuertemente. Hazlo. Quería terminar ya con esto de la manera que fuera.

Sentí que no pude controlar los temblores de mi cuerpo, pero me obligué a hablar.

A intentar hacer una última estupidez en un acto de valentía o cobardía tal vez.

No lo sé.

—Mátame...entrega mis pedazos en la puerta de Fausto si quieres, solo no dejes que mi familia me vea. Por favor, te puedo jurar que no sabía...yo no sabía quién era Fausto de Villanueva— ahogué un sollozo aún con los ojos cerrados para poder terminar mis últimas oraciones en vida.

—Yo tomo toda la responsabilidad, por favor no le hagas nada a mi mamá... mi hermano solo es un niño— no pude seguir hablando porque un horrible puñetazo en la barbilla me hizo sentir de pronto el sabor metálico de la sangre en la boca.

Abrí los ojos de golpe y luego escupí la sangre y la baba a un lado del sillón.

—Cállate— el hombre me ladro realmente enojado aun con el puño cerrado.

Pude sentir toda la cara comenzar a arderme y me mordí los labios intentando obedecerlo.

—No confío en ti, puedes mentir igual de fácil que cualquiera allá fuera. Dices ser una persona frente al mundo y en privado podrías ser peor que esas bestias. No eres víctima Indra. Y que eso quede grabado en tu mente.— el diablo comenzó a apretar ahora si mi cuello con una sola mano.

Las mías inútilmente intentaron detenerlo, pero yo no era una rival para el.

No lo era para nadie.

—Estas aquí por culpa de el, sufres por culpa de el ¡Morirás por el! ¿Y que crees? A Villanueva nunca le importaste—el tatuado hablo exaltado y yo sentí como mi preciado oxigeno comenzó a fallar.

Mi cuerpo cayó contra el sillón siendo controlado por el.

El hombre apenas y aflojó el agarre permitiéndome abrir la boca para intentar aspirar el máximo de aire que pudiera.

No puede ser. Mi cuerpo se quería resistir a morir. Mi mente ya estaba cansada, mi corazón estaba deshecho, pero mi cuerpo quería seguir peleando.

La mano libre del hombre bajo de un jalón el cierre del jumper y yo chille.

No, no, no. Mis manos desesperadas intentaron hacer algo, pero era físicamente imposible.

Un celular comenzó a sonar y el hombre se vio obligado a soltarme.

Caí del sillón tosiendo y con la parte de arriba de mi ropa interior expuesta.

—Hay cosas peores cosas que la muerte hermosa. No olvides que los monstruos nunca estuvieron debajo de tu cama si no a tu lado— me dijo el hombre.

Los ojos de Dante brillaron peligrosamente sobre mi, en una mezcla de furia y melancolía contenida.

Escuché su gruñido y luego el musculoso hombre salió azotando la puerta.

Me quedé sola. Con la maldita verdad ardiendo en el pecho.

Seguía viva. Me lleve las manos a la cabeza y me desespere al sentir apenas el nacimiento de mi cabello.

Quería drogas. Necesitaba mariguana. Quería calmarme ahora mismo.

Me levante del suelo ahí mismo donde yacían las fotos de Fausto y sus allegados.

Lo odiaba. Quería odiarlo. Lance las imágenes restantes lo más lejos que pude. Mi respiración se hizo aun mas pesada.

La puerta se volvió a abrir y ahí apareció la mujer de cabello rojo con una mueca de incomodidad. Dos hombres con pasamontañas estaban detrás de ella.

Curarme, torturarme. Repetía dentro de mi.

—Lo siento Indra— me dijo la mujer ayudándome a caminar entre mi inestabilidad emocional.

Yo también lo sentía. Lamentaba haberme enamorado de un mentiroso. De un manipulador, un narcotraficante que nunca haría nada por nadie más que el mismo.

Un mounstro.

Lamentaba tanto no haber evitado esto.

Todo era mi culpa. También lo sentía por mi familia. Estuve lejos de ser la hija ejemplar de papá.

Lamentaba dejar a Emiliano solo.

Lamentaba tantas cosas.

Y una de ellas era seguir viva.

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