Indra.
La mujer de cabello rojo depositó un gran platillo de huevos revueltos frente a Dante. Dante Salazar mejor conocido como el Diablo. Había contado dos noches desde que llegué a esta helada casa. Tiempo en el cual las únicas ropas que me dejaban usar eran las del hombre tatuado. Tiempo en el que me sentí tan libre lejos de mi celda y a la vez tan aterrada de saber que en cualquier momento me podrían enterrar, si quisieran viva en el patio delantero. Mire mis manos las cuales tenían esposas de metal de nuevo. Estaba hincada en la alfombra del mismo cuarto donde había visto la última vez al diablo. Solo que ahora todo estaba perfectamente limpio. Ni una gota de mi seca sangre quedó como recordatorio. Yo solo era un borrón en la vida de estas personas. Alguien de paso que no valía nada ante ellos. La mujer me acerco un plato de comida también. Yo estaba hasta el otro extremo de la mesa. Lo más lejos que podía del diablo. Ella me tendió una pequeña sonrisa cuando puso el exquisito platillo de huevos con jamón sobre la madera, sin embargo mi apetito no se hizo presente. —Sabe bien...— me dijo la mujer intentando encontrar las palabras en un idioma diferente para ella. —¡Dasha!— rugió Dante azotando las manos sobre el tablero y mi plato tembló también. Dasha. Así se llamaba la única mujer que había sido buena conmigo aquí. Bueno al menos sabría su nombre antes de morir. Ella chilló y también le alzó la voz al hombre en su idioma natal. Dasha le estaba gritando a Dante y yo no pude evitar abrir los ojos del miedo. ¡¿Que acaso no le aterraba el diablo?! —¡Lo que digas me sigue valiendo madres en ruso y en cualquier otro idioma! ¡Te pedí algo y no lo estás cumpliendo!— mi mente se enfocó en ese momento en lo que dijo Dante. Rusa. Luka y Dasha eran rusos. ¿Estaba en Rusia? ¿Cómo m****a había ido a parar a Rusia sin levantar una sola sospecha de absolutamente nadie? ¿Cuánto tiempo pasé inconsciente entonces? ¿¡Cuánto tiempo había pasado realmente!? La mujer gritó aún más fuerte sacándome de mi tortura mental, su desesperación se hizo visible cuando dio media vuelta dejando a Dante con las palabras al aire. Antes de azotar la puerta, Dasha le alzó el dedo de en medio a Dante. El hombre bufo, gruño, suspiró y luego regresó su vista hacia su celular y desayuno. Como si nada hubiese pasado. Yo había sido obligada a dormir en su cuarto. Tenia que estar las veinticuatro horas con Dante, sus únicas palabras hacia mi, eran insultos bastante elaborados. Me había quedado sentada en la orilla de la gran cama repleta de cobijas afelpadas después de que Dasha me curó la cara. La pijama del hombre me quedaba enorme. Incluso mas grande que las de...el. Dante había regresado entrada la noche en medio de mi sueño y violentamente me colocó unas nuevas esposas. Está cárcel no fue incómoda. Solté un suspiro de alivio en secreto cuando Dante también me dejó la pulsera en su lugar. Para mi asombro después de ese extraño acto, Dante me ofreció un cigarro electrónico de mariguana. No dude en agarrarlo. Lo necesitaba. Era lo único que me ayudaba a conciliar el sueño. Me tumbaba en un mundo de fantasías y pesadillas. Dante Salazar también parecía una locomotora de tanto humo que echaba por la nariz y boca. El enorme cuarto donde dormía estaba vacío de personalidad, la enorme cama, alfombras blancas, otro ventanal hacia el bosque y una larga chimenea de piedra volcánica. Claramente así como compraron la casa, la dejaron. ¿Donde vivían estas personas de verdad? ¿En que lugar podrían descansar y disfrutar de ser ellos mismos? Se que los carteles son enemigos por temas de poder y dinero. De venganzas, pero sentía que Dante era tan...personal. Su odio hacia Fausto parecía aumentar a cada segundo que me veía. ¿Por qué no se daba cuenta que yo no le sería de ayuda en nada? Yo nunca le importe a Fausto, tal vez incluso fui la tapadera entre el y la mujer de la oficina. Ahora era ella la que estaba segura en los brazos del hombre de esmeraldas por ojos. Sin previo aviso Dante me lanzo un montón de hojas blancas que llovieron sobre mi. —Haz algo útil y corrige esto— dijo toscamente el hombre. Inútilmente intente acomodar las hojas con mis manos, las esposas no ayudaron mucho. Intente descifrar los garabatos llenos de faltas de ortografía. Parecían cartas pero no tenían mucho sentido las frases. —Y supongo que no vas a querer comer esto— Dante volvió a hablar más calmado mientras me quitaba mi plato de comida. Estaba secuestrada. Le di un gran soplo a mi cigarro electrónico cuando comencé a verlo de nuevo todo claro. No, no pienses. No lo hagas Indra. Tosí fuertemente sintiendo el ardor del humo en mi garganta. Luego enfoque mi vista en las hojas en blanco intentando que mi manuscrita saliera bien. Mis manos tenían pequeños temblores inconscientes y aun así no podía escribir muy bien por las esposas, sin embargo intente hacer lo mejor que pude mientras el hombre se perdía entre risas viendo su celular. —Hola se escribe con H— susurré para mi. Emiliano siempre había tenido ese error ortográfico de pequeño que pronto el "Ola" se convirtió en nuestro saludo normal para disgusto de Ariana. Cómo extrañaba a mi hermano. Suspire y el hombre me grito de nuevo. —¡Qué te vaya valiendo madres si escribo mal! ¡Para eso estas, para corregirlo!— ni siquiera pensé que me había escuchado. Se veía tan perdido en su mundo. La puerta se abrió en ese instante dejando ver a un hombre repleto de tatuajes. La mitad de su cabeza estaba rapada y la otra pintada de un azul fantasía demasiado notorio. El hombre portaba enormes lentes de armazón y un piercing en el labio que le adornaba el rostro. Traiga consigo varias maletas de colores neón. —¡Hasta que llegas cabron! ¡Estuve a nada de mandarte a la chingada Samuel!— vaya, creo que Dante no gritaba. En realidad así hablaba. Ambos jóvenes hombres se saludaron con groserías. Samuel era el segundo mexicano o mejor dicho latino que había visto en este lugar. Extrañaba mi hogar. Entre su platica trivial de fútbol, motos y mujeres, Samuel comenzó a sacar todos los artículos necesarios para hacer tatuajes y mi corazón se aceleró demasiado rápido. Apreté la pluma que tenía con fuerza y sin querer conecte miradas con Dante. —Qué mierdas no te di una tarea Indra— me dijo Dante sin alzar la voz. Samuel me volteo a ver, y claramente no me dijo absolutamente nada. En cambio regreso la atención a Dante para comenzar a hacer el boceto del tatuaje que mi secuestrador quería en alguna parte de su cuerpo. Solté todo el aire retenido y regrese a mi tarea. No se cuánto tiempo había pasado hasta que Dasha regreso de nuevo con una enorme bandeja de comida que sostenía como profesional. Samuel soltó lo que estaba haciendo y corrió a saludarla y por supuesto auxiliarla. Dasha le intentó seguir la corta plática trivial en español. Me asombre de más cuando Dante iba a meter la mano al guacamole y ella le dio un manotazo. Dasha le gruño algo en su idioma y luego le alzo un tenedor a Dante. El le rodó los ojos como niño pequeño. —Deja de mentarme la madre Dasha—dijo Dante alzando las cejas y mostrándole una pequeña sonrisa a la mujer de largos cabellos color fuego. Ella le puso tiernamente una mano en la cabeza a Dante como si el solo fuera un niño pequeño. Cómo si esto no fuera peligroso. Cómo si yo no estuviese secuestrada a pocos metros de ellos. Termine la tarea, porque eso era lo que estaba haciendo. La tarea de algún niño de secundaria y mi estómago comenzó a rugir por comida. Le di otra calada al cigarro electrónico para calmarme, también tome un poco del jugo de naranja que Dasha me había dejado antes de marcharse de nuevo. ¿Doctora, chef, ama de casa? ¿Qué era Dasha de estas personas? No me la podía imaginar como una sicaria más, matando personas a diestra y siniestra. Aunque...Fausto siempre fue un actor excelente. Uno de los libros de Samuel acabo casi a mi lado, lo tomé torpemente por las esposas para poder hojear los bocetos que había en este. El poco espacio libre en el pecho de Dante ya había comenzado a ser tatuado entre la animada plática de los hombres. A Dante parecía no dolerle absolutamente nada. El sonido de la máquina penetro en lo profundo de mi inconsciente y casi pude sentir el ardor de nuevo en mi nuca. No había tenido coraje aún para ver lo que sea que me hubiese escrito este hombre que parecía amante de los excesos. No tenía ni la más mínima idea de que día era. Las horas pasaban entre gritos de Dante, las noches entre ronquidos del diablo. Había comenzado a beber a todas horas. Whisky en los jugos del desayuno, Vodka en los jugos de la comida, Ron para los licuados en la cena. Quería engañar a mi cerebro de todas las maneras que fueran posibles. Y a Dante parecía no molestarle en lo absoluto, decía que peda no daba lata. Me dio completo acceso a su bar personal en el cuarto. Dasha cumplía su función de ama de casa demasiado bien, había veces donde ella me quería hacer plática, pero Dante la obligaba a irse. Incluso cuando Dasha me ayudaba a bañarme y vestirme en el cuarto de Dante, el nos obligaba a mantener las puertas abiertas para que no habláramos más de lo necesario. ¿Quién era Dasha? ¿Y si también estaba secuestrada? Había algo en los ojos de ella que reflejaba libertad. Ella estaba aquí por voluntad. Y parecía serle leal al hombre de los tatuajes. Ella era una enemiga más. Debía de ser un lobo en la piel de una oveja. Para ser líder de un cartel tan poderoso Dante parecía tener bastante tiempo libre. Al contrario de Fausto que siempre repetía que el recurso más valioso que alguien tiene es el tiempo. Para planear, hacer y deshacer. Tiempo para ganar en la vida. Dante actuaba como si no supiera que estaba haciendo con su vida. Cómo si esto fuera un pasatiempo. Cómo si el hecho de ser considerado una de las personas más peligrosas del planeta fuera de poca importancia en su vida. Tan solo su pinta de malandro bastaba para notar que le faltaba un tornillo de cordura con los pants tallas grandes, los tenis de todos los colores que existieran y los suéteres de diseñador rasgados a propósito por el. Las gorras que usaba de colores tan chillones. Un día lo vi ponerse tres Rolex en la misma mano para demostrar su riqueza de manera desmesurada. Sus ropas eran las mías, sus tenis los míos. Pero me quedaban tan grandes que había optado por solo ponerme calcetas. Nunca hablaba si no me lo pedían. Había entendido mi posición y no me apetecía que me regresaran a mi antigua celda. Este era un lugar más cómodo para morir. Con el alcohol siempre en mano y las barritas de azúcar como medida para mantenerme apenas viva, sentía que estaba siempre dentro de un sueño. Dante me había obligado a ir con el bosque un día. Vi como dos personas quemaron a una tercera. Los gritos del hombre ni siquiera habían llegado a mis oídos. Un sueño. Eso es lo que estoy viviendo. Pero al día siguiente cuando Dasha le tendió un omelette de huevos con arrachera a Dante y el olor llego a mi, no pude evitar vomitar lo poco que conservaba en mi estómago en un macetero cerca de la alfombra. Olía igual que el día de ayer...¿O era antier? Así olía el hombre en llamas. ¿No fue un sueño entonces? Los humanos calcinándose olían igual que cualquier otro animal en la mesa. Éramos animales. Después de eso nunca mas volvería a comer carne en lo poco que me quedaba de vida. La cabeza me comenzó a pesar y me dejé caer contra la pared del cuarto de Dante en algún momento de este nuevo universo para mi. Intente sacar la mariguana del bolsillo del pants que traía, pero las manos no cooperaron. —Vaya, vaya. Tal vez quieras ir a las grandes ligas ahora hermosa— la voz de Dante cuando se agacho a mi altura salió distorsionada. Amable y cálida. Luego el diablo me ofreció una pequeña bandeja de oro con líneas blancas en ella. Cocaina. ¿Qué más daba el daño que me estaba haciendo? No iba a salir viva de esta. Dante acercó la bandeja a mi cara, aspiré fuertemente no sintiendo nada. Unos segundos mi vista se desenfoco y enfocó rápidamente; luego volteé a ver a Dante como si hubiesen limpiado mis ojos de pronto y pudiese ver todo de nuevo brillando. —Me siento bien...— me aclare la garganta y me levante del suelo mareándome. Cuando recupere la compostura di otro trago a la botella de tequila. El mundo siguió su ritmo en medio de mi congestión alcohólica y mi nueva droga favorita. Podría hacer esto...cocaina para despertar, mariguana para dormir. Alcohol para vivir. Después de todo en este punto ¿Cuánto tiempo me quedaba de vida? ¿Quién era mi verdadero enemigo? Dante me secuestro por culpa de Fausto. Si yo nunca hubiese conocido a mi jefe no estaría aquí. Si Fausto nunca me hubiese mentido en un principio sobre quien era, tampoco estaría aquí. Pero esos son la clase de secretos que no pueden salir a la luz nunca. —Yo no mato a inocentes— me aseguro Dante una tarde en la sala mientras yo corregía mas cartas de el. —Pero tus drogas si— me atreví a murmurarle esa vez. Recuerdo vagamente como Dante desvió la mirada enojada hacia el ventanal. —Son los precios que pagamos por nuestros pecados. ¿No es así bonita?— dijo Dante y luego me volteo a ver buscando conectar con mis ojos. Podría jurar que sus pupilas se suavizaron un segundo, como si Dante estuviese escondiendo algo más en lo profundo de su ser. Luego continuaron los gritos para no perder la rutina. El frío que sentía aquí, calaba en lo profundo de mis huesos aún bajo todos los suéteres que tenía. Mi cabello parecía ser el corte de un militar, miraba mi rostro puntiagudo en los espejos por largos minutos. Quería que el cabello me creciera más rápido para tapar lo que sea que tuviera en la nuca. Nunca tendría coraje de ver ese tatuaje. Cada que comenzaba a sentirme sobria podía jurar que escuchaba la voz de Fausto en mi cabeza como un fantasma que no me dejaba en paz. No quería sentirlo. No quería a Fausto conmigo en mis últimos días viva. Estaba aquí por el. De nuevo intenté analizar cuantos días llevaba aquí, pero era imposible. Había perdido completamente la percepción del tiempo. De pronto Dante llegó haciendo su estruendo diario a su cuarto con una enorme sonrisa plasmada en el rostro. —¡Esto salió mejor de lo que pensé! ¡Nos vamos de fiesta hoy!— chilló como niño pequeño, luego Dante aventó las bolsas de compras sobre la cama. Dasha entro en compañía de una mujer que tenía una máscara de cara feliz. Los tatuajes abundaban también en el cuerpo de esa mujer, botas militares, medias, falda y blusa negra. Dasha a su lado en un lindo vestido de cuello de tortuga azul bebé era totalmente todo lo contrario a la mujer de la máscara de cara feliz y cabello negro. —¡Apúrense! ¡Tienen una hora!— volvió a gritar Dante, luego salió del cuarto aun haciendo escándalo. Dasha se noto incomoda cuando cerró la puerta que Dante había dejado abierta a su paso. ¿Fiesta? Cómo iba a salir de fiesta aquí. Eso no tenía sentido. Las dos mujeres comenzaron a discutir en ruso y mire horrorizada como la mujer de la máscara sacaba las pelucas y vestuarios tan exóticos que absolutamente nunca, repito nunca usaría en mi vida. Pero la mirada de perdón en Dasha me hizo suspirar. Cuando uno piensa que las cosas no se pueden poner peor, la ironía de la vida se ríe de ti.