42. Satisface la rabia

Oaxaca de Juárez.

El aire en el desértico almacén apestaba a basura.

Luka caminó sigilosamente hacia dos jaulas que, en otro tiempo, habían encerrado a los tigres de Dante. Ahora, esas cárceles contenían a dos humanos importantes.

Dos personas que, Luka sabía, hacían muy feliz a Dante en ese momento.

Miró primero la que guardaba a la histérica Victoria, que no dejaba de sollozar y azotarse contra los barrotes.

En la segunda, el amigo de Indra seguía demasiado aturdido tras la golpiza que sus hombres le habían dado.

Evidencia, había dicho Dante.

Inhumano, pensó Luka. Pero, como siempre, no dijo nada.

A un lado del ruso, Johanna tenía lista la pequeña cámara profesional para hacer uno de sus pasatiempos favoritos: grabar, editar, analizar. Hacer que la gente temiera.

—¡Esto parece Navidad! —gritó Dante, asustando aún más a Victoria y haciendo que Pablo —el desafortunado fichado en la lista de Dante— reaccionara.

Detrás de Dante, Luka notó a Carlota. Tenía varios puntos en la ceja y cam
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