38. Memento

Indra.

Fausto se pinchó el puente de la nariz intentando calmarse.

Luego se acomodó el saco y finalmente me ayudó a bajar, sus tensos hombros voltearon suavemente a ver a Vladimir. Su sombra.

—Encárgate de que no cause un espectáculo. Es lo que mejor se le da a Victoria— le gruñó antes de adueñarse de mi cadera.

Me temblaban las piernas. Pero decidí callar por el bien de la fragilidad del momento.

La seguridad con la que Fausto se movía ahora era abrumadora. Más de 40 hombres armados, encubiertos, dispersos.

Vladimir, la cabeza de seguridad de Fausto. Estaba aquí para salvarlo, incluso a costa mía. Eso lo había entendido.

Emmett, al contrario aunque distante no me quitaba la vista de encima. Daría la vida por mi. Ese era el deber que le había impuesto Fausto.

Me recorrieron los escalofríos, no quería que nadie se sacrificase por mi. No quería nada de esto. Pero era demasiado tarde para salir de aquí.

La fría mansión tenía las puertas abiertas de par en par.

Vladimir jaló a Vict
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