39. Ipso Facto
Indra.
Rodé sobre mi cuerpo y rápida seguí a Pablo entre el gentío.
Mi amigo me obligó a continuar contra el suelo, logramos gatear hacia el interior del salón, donde la aterrada multitud intentaba huir.
Busqué con desesperación mi mesa. No vi a mi familia, y el corazón me martilló en histeria.
¿¡Dónde estaban!?
Los disparos sonaron tan cerca como bombitas, pero me parecían ajenos en este momento.
Todo había pasado en cuestión de minutos.
El miedo me erizó los vellos de los brazos cuando ambos nos incorporamos sobre la alfombra.
La multitud intentaba seguir las órdenes de los policías y de hombres enmascarados para evacuar.
Millares habían aparecido de la nada para contrarrestar el fuego.
De pronto, el aroma a caro perfume, tabaco y café me inundó por completo cuando Fausto me abrazó. Se me fue el aliento cuando me miró.
Por un segundo, sus orbes mostraron preocupación, pero al instante recuperó la compostura, volviendo el rostro de piedra.
Fausto de Villanueva estaba en escena.
Est