Indra.
Quede en ropa interior y ella se puso unos lentes de armazón con una pequeña lamparita en estos. Comenzó a examinar mi cuerpo, mire mis sucios pies descalzos no queriendo aceptar mi realidad. De pronto la mujer me tocó la pierna derecha y grite de dolor. Mire los moretones en el muslo y luego quedé asqueada al ver mi piel en carne viva, no pude evitarlo y sentí arcadas que no pude detener. Alcance a vomitar en un bote de basura que el joven me dio y sentí que el alma también quería salir de mi cuerpo. La mujer me puso una intravenosa con un suero y yo me volví a acostar mareada en la camilla. Los susurros en otro idioma siguieron sonando cuando yo me quedé mirando el blanco techo. Las manos de la mujer se movieron profesionalmente por mi cuerpo sanándolo lo mejor que podía. Después de la sexta pastilla que el joven me había dado deje de llorar. En mi ojo hinchado reposaba una bolsa de gel frío, mi cuerpo comenzó a ser llenado de vendas después de que hubieran cerrado todas las heridas profundas. Abdomen, ambas piernas, brazos. ¿Torturarme y luego curarme? No podía dejar que eso se convirtiera en una horrible rutina. El hombre me quito las esposas y las arcadas me volvieron a entrar cuando vi mis destrozadas muñecas, sin embargo mi estómago ya no tenía nada para sacar. La mujer me iba a quitar la pulsera pero yo negué aterrada. Era lo único que me quedaba. Lo único que me hacía saber que todo esto era verdad y que tenía un causante macabro para que haya pasado. La mujer iba a hablar de nuevo pero se obligo a callarse. En cambio me lavo las heridas de las manos, las lleno de cremas, gasas y nuevas pequeñas vendas. Ella me alzó con cuidado la pulsera hasta donde pudo y después dejó que el hombre me volviera a poner otras esposas. Entre ambos lograron ponerme una especie de entero de felpa gris para ocultar todas las vendas. Mi cuerpo parecía no ponerse de acuerdo entre el cansancio y la desconexión de este momento. Tampoco quería saber que tan drogada estaba. Porque aunque fuera por unos cortos momentos me alegré de no poder profundizar en nada. En el dolor o las emociones. La mujer se agachó para colocarme las calcetas y su rostro quedo oculto bajo su brilloso cabello. El hombre le hablo de nuevo en su idioma. Creo que era ruso. No lo sabía a ciencia cierta. Ella le contesto casi en un susurro. El hombre me acerco de nuevo a él para volver a cargarme un poco más tosco ahora. El rubio ya volvía a tener puesta su máscara. Y no solo la figurativa. Fausto también tuvo una máscara frente a mi. —Luka, pozhaluysta— las palabras que dijo la mujer cuando se levantó de nuevo quedaron grabadas en mi aun sin entenderlas. La mujer estaba llorando. ¿Por qué estaba triste? Ella era libre. La que estaba en este infierno era yo. Yo era la prisionera de alguien poderoso. El hombre de ojos azules no dijo nada cuando salimos de nuevo por el pasillo, quise voltear hacia el cuarto, pero este ya había cerrado la puerta con la mujer adentro. Más pasillos y escaleras en el camino solitario, hasta que sin previo aviso en medio de este laberinto unas puertas metálicas se abrieron por unos hombres con irónicamente máscaras de policía que nos permitieron salir a un bosque. El frío penetro mis poros de una cruel manera. Nunca había sentido esta heladez. ¿Donde estábamos? Pocos pinos después llegamos a un claro de verde pasto donde había cuatro helicópteros. El hombre rubio me dejó en el asiento trasero de uno de estos después de amarrarme el abdomen con tantos cinturones como fue posible. Me acerco una botella de agua y varias barritas de azúcar. —El trayecto es largo, come y descansa que no puedo garantizarte cuando vuelvas a probar comida— dijo el rubio sin poder mirarme a los ojos. El aire me volvió a faltar cuando el hombre cerró fuertemente la puerta del helicóptero. Luego lo mire ponerle todos los seguros a la única puerta para después perderse al subir a la parte delantera. Estaba asustada. Claro que lo estaba, ni siquiera terminaba de comprender la situación, sin embargo las pastillas me obligaron a continuar tranquila. El helicóptero se alzó pronto y lo único que comencé a ver fue el bosque ausente de humanidad, el ruido de las hélices ni siquiera me dejo pensar. El atardecer nublado fue triste mientras sentía como mi vida se estaba apagando con cada segundo. ¿Seguía en México? ¿En el país del narcotrafico? Asesinatos. Violencia. Venganza. Me sobresalte cuando el helicóptero tocó tierra de nuevo, en menos de dos minutos tuve al joven abriendo la puerta de metal. —¿Puedes moverte? Necesito que camines Indra— dijo por lo bajo mientras me quitaba la seguridad, el frío me hizo tiritar los dientes. Apenas y asentí. ¿Por qué era bueno conmigo? ¿Podría ser otro peón igual que yo en este macabro juego de poder? ¿Cuantas personas mas fuertes que el deberían de haber en su cadena alimenticia? Me obligue a cojear sobre el helado pasto. El hombre enmascarado me ayudó poniendo su fuerte brazo debajo de mis axilas como soporte. El arma larga que traía colgada tocó mi espalda y yo me mordí el labio para no llorar de nuevo. Quería más drogas para no comenzar a sentir de nuevo. A unos metros de nosotros bajo las luces blancas y la neblina que había comenzado a salir creando una verdadera película de terror, había varias personas con diferentes máscaras custodiando con armas de colores neón la entrada a una mansión en medio de la nada. El idioma de estos hombres era el mismo de la joven enfermera. Escuché cortas carcajadas cuando subí lentamente las escaleras de madera. Otra persona vestida de negro y con una máscara de chucky le sostuvo la puerta al joven para que pudiéramos entrar a la poca luz que había dentro de este lugar. Alce la vista y por un segundo me quede absorta viendo las luces neón y ultravioletas que adornaban la gran sala. El hombre me soltó, pero tomó el pedazo de cadena que unía mis esposas con fuerza obligándome así a caminar pegada a su lado en medio de lo que se pudiera decir era una fiesta. Esto era extremo. Enmascarados tirados en el suelo aun con las agujas en los brazos, mujeres desnudas bailando en tubos, los sillones repletos de hombres y mujeres con máscaras o antifaces que inhalaban cocaina y fumaban mariguana estaban ajenos a nosotros. Los dólares estaban regados por el piso y nadie parecía molestarse en recogerlos. Y lo peor de todo es que seguían estando en total anonimato. Nadie mostraba su rostro. Subimos la especie de rampa alfombrada más lento de lo que pensé por mi. Las piernas me dolían como jamás lo habían hecho. Sentí que estaba haciendo el ejercicio del año en este corto tramo. Incluso sentí que el oxígeno me faltó durante unos segundos. La planta de arriba estaba tranquila. Mi captor me jalo hacia la derecha, donde en la puerta al final del pasillo un hombre pasado de peso con máscara de puerco y arma larga como la del rubio abrió la puerta de metal. Cuando esta se cerró con fuerza quedamos completamente a oscuras por un segundo y luego las luces amarillas del lugar se prendieron fuertemente haciendo que cerrara mi ojo bueno y que alzara las manos asustada. Es solo luz Indra. Solté todo el aire retenido cuando mire el cuarto sin ventanas. Todos los muebles de piel negros habían sido apilados en las esquinas y el suelo parecía estar recubierto también en láminas lisas que hacían ruido con cada paso que daba uno. —Tardaste más de lo que pensé— una tercera voz sonó. De entre la potente luz que provenía de las esquinas, emergió una mujer vestida con un jumper transparente que parecía de plástico, la ropa interior verde y las botas de punta del mismo tono destacaban en ella. Su oscura piel ni siquiera sudo dentro de su extraña ropa. La máscara de gas que le cubría el rostro se veía aún más fuera de lugar en la mujer. Su larga cabellera negra estaba hecha una cola alta con rastas. Intimidante...no, aterradora. —Solo quiero terminar con esto— le respondió en un suspiro el hombre que hasta ahora me había tratado con dignidad. ¿Terminar con que? ¿En este lugar iba a morir? Una silla de metal chirrió cuando fue arrastrada por la mujer hasta donde yo seguía parada. El rubio me ayudo a sentarme en esta y mi respiración se comenzó a agitar de nuevo. Una larga y ancha cadena fue puesta alrededor de mi abdomen cruzando por los huecos de la silla para sostenerme bien. Mi vista se nublo e inevitablemente comencé a llorar silenciosamente de nuevo. Había tantas cosas que quería hacer con mi vida. La puerta se azoto de nuevo, pero yo estaba volteada así que no pude ver quien salió o entro. La morena siguió amarrándome a la silla ahora de los brazos y mis pequeños temblores no fueron desafió para ella. Intente ver a través de su máscara pero era imposible. Escuché un ligero suspiro provenir de ella, pero rápida se levantó y sacó de su cangurera roja unas finas tijeras. Abrí la boca para soltar un grito de miedo, pero ella rápido me coloco varios pedazos de cinta gris sobre los labios. El corazón casi se me sale del pecho cuando la tijera se deslizo por mi cabello y mire el largo mechón de extensión de cabello caer delante mío. La mujer siguió cortándome todo el cabello y yo me quedé pasmada. ¿Qué va a pasar? ¿Qué me van a hacer? La puerta se volvió a azotar y el rubio volvió a aparecer ante mi con mas cadenas, las más delgadas sirvieron para atarme los tobillos a la silla. La máquina de afeitar sonó en algún punto de mi pesadilla. La mujer me estaba rapando el resto del cabello. —¿Lo vas a editar?— pregunto tranquilo el rubio a la morena. Mi corazón sonaba en mis oídos como si se tratase de un concierto. ¿Editar qué? —Si, no estoy de acuerdo con esto y estoy segura por tu cara que Dasha tampoco esta muy— la morena se callo de pronto cuando la puerta se volvió a abrir y fuertes pisadas sonaron anunciando la llegada de alguien más. —¡Al fin veo resultados en el escuadrón de Kai!—la voz de otro hombre salió divertida y no tan grave como la del rubio. Nadie respondió absolutamente nada. Madre mía, esto era real. Esto me estaba pasando a mi. El sollozo no pudo salir de mis labios. Los espasmos y las lágrimas no fueron suficiente para sacar el terror que sentía en el alma. —Así que la pequeña zorra de Fausto si resultó ser de importancia— de no haber sido por la cinta que me impedía mover los labios, hubiese gritado hasta quedarme afónica cuando sobre mi cabeza apareció la máscara del joker. —Bienvenida al infierno de Dante bonita, nos vamos a divertir mucho— volvió a hablar el nuevo hombre a través de la máscara. El aire se me fue de los pulmones, las luces se intensificaron sobre mis aturdidas emociones. El supongo Dante se echó para atrás y en eso la morena apareció de nuevo en mi radar solo para rápida tenderle algo al hombre disfrazado de Joker el cual seguía detrás de mi. Algo que terminaba en un cable negro y largo. Después sonó, se escuchó igual que las máquinas que usaban para tatuar. Intente gritar, juro que lo intenté. Pero los chillidos ahogados que salieron parecían no ser míos. Las lágrimas continuaron bajando rápidamente y solo atiné a mover violentamente mi cabeza desesperada. —Luka sostenla— dijo el hombre que seguía detrás mío. ¿Quién era? ¡Por favor quítame la cinta déjame hablar! ¡Déjame suplicar, yo no tengo nada que ver en esto! El rubio se miró aún más blanco en medio de tanta luz, sus ojos azules ya no me vieron más, pero sus grandes manos tomaron fuertemente mi rostro para impedir que me siguiera moviendo. Luka...así se llamaba el hombre rubio que había sido amable conmigo. El también era una mentira. Sin previo aviso sentí un dolor indescifrable como si tuviera un cuchillo clavándose en mi cabeza para poder sacar mi cerebro de ella. Para sacar secretos de los cuales no tenía ni idea. Las lágrimas de dolor continuaron bajando y tensé mi cuerpo pidiendo a gritos que esto se acabara. Me estaban marcando. El dolor incremento en un punto donde me ardió la cara completa y todo se volvió tan borroso que desee estar cayendo hacia mi muerte de verdad mientras cerraba los ojos y me dejaba flotar en la oscuridad total.