Indra.
El agua helada me obligó a abrir los ojos. Un grito se ahogó en mi garganta, sofocado por la cinta que sellaba mi boca. Intenté jadear, pero el aire no llegó. Sentí que me ahogaba, que mi pecho se cerraba como si mil manos invisibles lo aplastaran al mismo tiempo. Mis extremidades parecían entumecidas, muertas. Luego vino el dolor. Calambres brutales recorrieron mis piernas, sacudiéndolas en espasmos incontrolables. No podía moverme. No podía huir. Me van a matar. —¿Cuál es el chiste de todo esto si no lo sientes, hermosa?—. La voz burlona perforó mi mente como un cuchillo. Por un segundo, pensé que era Luka, el hombre que me había echado la cubeta de agua. Pero cuando enfoqué mi vista, me encontré con la máscara del Joker. Los brazos fuertes y tatuados de aquel hombre se apoyaron en la silla donde estaba atada. Sus manos apretaron mis brazos con una presión dolorosa, clavándome aún más las cadenas. Mi cuerpo entero dolió. Mi alma dolió. —Cada vez que quieras escapar, te despertaré, Indra. Así que mejor no vuelvas a desmayarte, porque será peor—. La voz sonó grave, distorsionada detrás de la máscara. Me congelé. El miedo me devoró. El diablo está aquí. Aquel demonio encarnado en un cuerpo humano desapareció de mi vista, sin embargo el sonido de la máquina de tortura continuó. Mi respiración se aceleró. Miré al frente y vi lo que más me aterró de toda la situación. Una videocámara grabando. No. No. No. Que mi familia no vea esto. Que esto no acabará en cadena nacional como un caso más. No quería exponer an mis hermanos a mi tortura. No me recuerden así por favor. El pánico explotó en mi pecho. Quise pegar un alarido, pero la cinta solo dejó salir un lamento ahogado. Luka apareció de nuevo. Su cuerpo bloqueó la cámara y, por un instante, pensé que me salvaría. Pero entonces me sostuvo el rostro con fuerza, obligándome a mirarlo. Y yo sollozé lo más alto que pude. Había acabado en un infierno. Fausto. El video se detuvo cuando Indra aulló de dolor. Después la enorme pantalla de mi recámara quedó en negro. El llanto de la madre de Indra llenó el silencio. Era un llanto desesperado, roto, el sonido de un alma fracturada. Leslie intentó calmarla, pero sus propias lágrimas la traicionaban. Por primera vez en mi vida, sentí una opresión extraña en el pecho. Indra estaba tan cerca y tan lejos de mí. —Tenemos que hacer algo, ahora —la voz de Guillermo me sacó de mi trance. No pude responderle nada. La madre de Indra salió corriendo, fuera de sí. Leslie fue tras ella, murmurando palabras de esperanza que nadie creyó. Me quedé mirando la pantalla apagada. No importaba cuánto tardara. No importaba lo que tuviera que hacer. Iba a matar a Dante Salazar. —Estoy moviendo a todos los equipos de seguridad que tengo, privados y públicos —Iván le respondió al padre de Indra, pero yo apenas lo escuchaba—. También están analizando los videos de la calle donde ocurrió el secuestro. Los han eliminado después de dármelos... No podemos dejar que la gente se entere de esto—. El padre de Indra explotó. —¡Es mi hija, maldita sea! ¡No tuvo por qué quedar atrapada en medio de este circo! ¡No voy a dejar que la maten!—. Su voz me trajo de vuelta a la sala. Frío. Piensa en frío, Fausto. Es la única forma de encontrarla. —Salgan—Mi voz fue apenas un susurro fantasmagórico. Los dos hombres siguieron discutiendo, mientras los segundos pasaban. Cada segundo era una nueva tortura para Indra. —Necesito que salgan para que pueda hacer algo —repetí, más alto. Nadie me escuchó. Puta madre. El filtro rojo en mis ojos fue evidente cuando gruñí. —¡Salgan de mi oficina! —grité, lanzando el vaso de cristal contra la pared. El estruendo retumbó en el aire. Los dos hombres me miraron, sorprendidos. Apenas y podía respirar. Sentí el pulso desbocado, la sangre hirviendo. Jamás me había sentido tan impotente. Ulises apareció en la puerta, tenso. Vladimir y César estaban desaparecidos, y él colombiano era lo único que me quedaba en este desastre. Iván había logrado mantener la situación bajo perfil, sin embargo sus ojos se notaban igual de alterados que los míos. Respira Fausto. Tienes que calmarte para poder actuar. Los susurros tranquilizantes de Ulises y sus palmadas en la espalda lograron que el padre de Indra y Guillermo se fueran directo al cuarto más cercano para comenzar una búsqueda exhaustiva. La puerta se cerró. Me quedé solo con mi mayor fracaso. No fui capaz de proteger a la mujer que amaba. "Todo lo que toca un Villanueva se destruye, hijo."La voz de mi madre resonó en mi mente. Cuánta razón tenía Yvonne. Ulises se acercó con cautela. —¿Qué pasó? —me preguntó mi amigo, apoyando suavemente las manos en mis hombros. Bajé la mirada, por primera vez avergonzado. Dos días sin dormir. Dos días sin responder llamadas, obsesionado con descifrar lo que pasó. 2 horas tardaron en entregarme los videos, porque las cámaras del C4 de Cancún son una m****a. Un taxista muerto. Sangre en la escena. No encontraron el cuerpo de Indra. Porque ella seguía viva. Porque ahora mismo la estaban torturando. Y yo estaba aquí. Sin saber dónde buscarla. —Lo voy a arreglar —susurré, alejándome de Ulises como un zombi. —¡Vos no has contestado ninguna llamada en dos días! ¿Qué puede ser tan importante que no me querás decir?— el grito de Ulises fue de desesperación. Me detuve de una caminata sin rumbo y cerré los ojos. Gruñí. Maldita sea. —¡Me enamoré! —exploté, dándome la vuelta hacia el. —Jugué con mi estúpida falsa vida pensando que podía hacer las dos cosas al mismo tiempo, pero no pude... No pude hacer esto bien. ¡Y ahora Indra está sola y aterrada por mi culpa!—Las palabras salieron en un frustrado grito. Me llevé las manos al cabello, queriendo arrancármelo. Ulises me miró en silencio. Por un momento, temí que fuera a tratarme como mi padre. Que me dijera que solo era una mujer más y que había decenas como ella esperándome. Pensé que me llamaría débil y patético. Pero no lo hizo. —Entiendo —dijo con una mirada seria Ulises. —Dejemos que César se encargue del cartel por el momento para poder enfocarnos en esto. Hablaré con Enzo para que nos ayude. Y yo estaré contigo en esto— Ulises sacó su celular. Solté todo el aire que había retenido. Sentí que esto era el fin de mi mundo.