15. Somos crueles
Fausto.
Hangar privado en Rusia.
Respire.
Respire profundo cuando Ulises me obligó a entregarle el cuerpo desmayado y sucio de mi pequeña.
Perdí la frialdad del cuerpo de Indra y miré en cambio los temblores en las palmas de las manos.
Tragué la saliva acumulada y luego cerré los puños minimizando el gruñido en medio del caos entrada la madrugada.
Tenía los dos aviones listos para largarnos de este lugar ahora mismo.
—Encárguese de Carlota. Ahora.— Ulises me dijo en un ladrido.
Las cejas alzadas y los ojos queriéndose salir de sus órbitas del colombiano fueron muy claros en este punto de la situación. No pierdas la cordura Fausto.
Como no la iba a perder en este puto momento.
Las manchas de sangre y de lodo sobre mi calado suéter blanco que traía en conjunto con el chaleco antibalas eran frescas.
Un pinchazo en mi mente con la risa de Indra fue escalofriante cuando miré a mi amigo trotar con el cuerpo destrozado de ella. Su físico. Su alma. Me había sido arrebatado en el únic