Indra.
Dante cubría el entero marco, vestido de ropa militar con pesadas botas de cazador. Una de sus manos sostenía una máscara de toro con cuernos incluidos. En la otra las gruesas cadenas que terminaban en unas esposas doradas relucieron hacia mi. Mi prisión. Me sentí de pronto demasiado abrumada para procesar algo. —¿Me extrañaste bonita?— me preguntó burlón Dante caminando hacia mi. La magna presencia del musculoso diablo fue aterradora para mí. Dante brusco por naturaleza me jaloneo para colocarme las nuevas esposas que terminaban en la larga cadena que el aún sostenía con la mano. Como si fuera un perro fui encadenada de nuevo. —Dante no. No es lo mejor— Dasha había llegado en un parpadeo al hombre repleto de tatuajes, este le dirigió una dura mirada. Los ojos cafés de Dante parecieron taladrar el bonito azul en la mirada de la rusa. Sin embargo para mí aún asombro, la mujer le sostuvo la mirada sin temblar. Física y ridículamente Dasha era biológicamente más alta que Dante. Y el despliegue de su cuerpo lo hizo aún más notorio ahora. Dante jalo la cadena del oro que recubría mis muñecas, el tirón hizo que cayera de rodillas sin oponer ningún tipo de resistencia. —Dasha te lo voy a decir solamente una vez porque te aprecio mucho. Mueve tu trasero rojo de la puerta. Ahora—. La dura voz de Dante me hizo temblar cuando me intenté levantar y sobre todo mantener el equilibrio. —No. Te. Voy. A. Perdonar— Dasha pareció escupir cada palabra cuando se hizo a un lado del marco aún con lágrimas bajando de su bello rostro. —No te preocupes, podré vivir con tu rencor— le replicó en el mismo tono Dante Salazar volviendo a jalar la cadena. Mi cuerpo volvió a caer como llevaba a haciéndolo ¿Meses atrás? ¿Años? ¿Alguna vez sabría cuánto tiempo habría pasado? Los brazos se me tensaron antes de sentir el dolor hasta las axilas. Dante me comenzó a arrastrar lejos del cuarto y de la mujer de cabello rojo que no podía dejar de llorar. El ancho pasillo estaba lleno de hombres con máscaras y disfraces diferentes que me veían fijamente. Todos fueron partícipes de la humillación a la que estaba siendo sometida. Arrastrada. Esta era mi la realidad. En un segundo Dante dejó de jalar para levantarme el mismo del suelo sin ningún acto de gentileza. Tropecé y su fuerte brazo me alzó por la cadera como si no pesara más que un libro. Supongo que era porque lo era. El frío aire del exterior nos recibió en el patio repleto de camionetas y hombres fuertemente armados que al contrario del resto de la casa portaban sencillos pasamontañas y lentes de visión nocturna. ¿Qué estaba pasando? ¿A dónde íbamos? Dante me lanzo dentro de la Suburban y luego subió azotando la puerta ya con la máscara de toro puesta. La camioneta salió disparada en pocos segundos. El silencio fue lo único que sucedió un momento en el que mi mente intentaba procesar todo. Este era mi final. —¿Me vas a matar verdad?— murmuré aun en el suelo de la camioneta. Dante tardó en voltear la mirada enmascarada hacia mi, pero cuando lo hizo, sus ojos parecían estar completamente negros. —Vas a convertir sus pecados en los tuyos Indra. Fausto se siente intocable como un Dios y sin embargo no podrá salvarte. ¿No es eso triste?— me respondió en un tono helado Dante. Inhumano. Cómo si esta versión enmascarada de Dante fuera otra versión plenamente diferente al hombre insoportable que había aguantando tanto, gracias a las drogas en mi cuerpo. Quería mariguana. Quería morir drogada para no sentir el miedo y terror que estaba luchando por oprimir en mi pecho en este preciso momento. La camioneta se detuvo en algún oscuro lado del bosque. Los hombres de enfrente se bajaron dejándonos solos dentro de las últimas 4 paredes que vería en esta vida. Dante volvió a jalar la cadena obligándome a llegar hasta sus piernas hincada y con un tremendo dolor en las rodillas del esfuerzo. —Esto no es personal bonita, así que por lo que te queda de vida espero que te ocultes tan bien que no pueda encontrarte. Porque el infierno sabe que persevero para atrapar a mis presas. Después de todo, solo es cazar y ser cazado en esta vida Indra— El susurro fue brutal en mi inconsciencia. No dije absolutamente nada sintiendo como mi garganta se comprimía en horror del momento. En medio de la noche con relámpagos, Dante me corto en pedazos el suéter con una navaja dejándome solo con el top que Dasha me había colocado y las mangas que no pudo sacar debido a las esposas. Luego el hombre me forzó a caminar sobre el pasto en medio del oscuro bosque que era iluminado por las lámparas de sus hombres. El frío era descomunal. Cada respiro que daba me congelaba la nariz. La heladez se metía por cada uno de mis poros con el pasar de los segundos en los cuales intentaba cubrir el miedo. Los temblores hablaron por sí mismos. Reconocí el alto cuerpo vestido también de militar de Luka que venía hacia nosotros con la máscara de Anonymous a paso veloz. —¡Ni siquiera empieces Papel, no estoy de humor!— grito Dante de pronto y Luka se quedó rápido en su lugar. Las manos del ruso se apretaron en torno al arma larga, lo escuché bufar y luego dar media vuelta para así quedar enfrente de Dante en la caminata hacia las entrañas de los árboles. Para cuidarlo y guiarlo. Las ganas de vomitar regresaron a mi, pero estaba segura que ya no tenía nada en mi estómago para devolver. Mi vista solo veía a veces luces blancas por algunos puntos lo que me hacía pensar que teníamos más hombres de Dante rodeándonos. Cuando un relámpago tomaba posesión en el cielo, este dejaba ver a demasiados hombres con máscaras en medio de la noche. Me sentí en medio de una película de terror. Por un segundo fue irreal esta situación para mí. El golpeteo de mi corazón sonaba contra mis orejas, pude sentir la tierra fría y húmeda gracias a las calcetas. Pronto di de lleno contra la espalda de Dante y luego el me obligo a ponerme delante suyo con una fuerza que no había sentido en todo mi tiempo con las drogas. Por un segundo no comprendí lo que todas las luces de las lámparas apuntaban cerca de un pino. No se porque intente encontrar la cara de Luka entre los hombres de Dante, pero ninguno era reconocible a mi alcance. Todos se ocultaban detrás de una máscara. Las luces blancas en medio de la naturaleza hacían todo más terrorífico; parecían pupilas sobrenaturales de algún animal listas para atacarme. Un trueno sonó tan alto como los gritos que quería lanzar en ese momento. Regrese mi vista hacia el hombre demacrado y encadenado al árbol, el cual portaba una máscara con forma de borrego que le impedía viera su rostro. Dante me forzó a caminar a su ritmo, una de sus manos me tomo el rostro para que no dejara de ver hacia donde todas las luces apuntaban. ¿Quién era esta persona? —Puedes comprar tu libertad Indra; te dejare correr si lo matas— el susurro de Dante me erizo toda la piel. ¿Pero que está diciendo? —No— dije enseguida. Dante me pego aun mas a él y una de sus manos se apretó ahora en torno mi cuello. —Este hombre es una lacra, puede ser un secuestrador o un sicario de mi cartel— después de que Dante hablo, me obligo a acercarme al hombre encadenado. Su otra mano cubrió las mías con una pistola dorada y una fuerza descomunal. —O... este hombre puede ser cualquiera, un padre de familia secuestrado por mis hombres, un empresario...¿Podría ser tu padre tal vez? ¿Emiliano? Este hombre frente a ti podría ser Fausto. La bestia que te metió en todo esto— Dante alzó la pistola con mis manos incluidas y yo solloce. —No, por favor no me hagas hacer esto— le supliqué a Dante queriéndome zafar de su agarre pero era físicamente imposible. Mi mente comenzó a pensar en mi pequeño hermano. ¿Lo habían atrapado? Dios mío...mi papá ¿Fue torturado? Quise que la persona gritara para que me diera un indicio de como era la voz. ¡Habla! —Podrás acabar con tus problemas haciendo un sencillo click. Solo tienes que jalar el gatillo y podrás ser libre ¿No ansias regresar a casa?— Dante dijo en un susurro que pareció lejano contra El Fuerte latido de mi corazón. La pistola quedó en la frente enmascarada de aquel hombre en harapos viejos. Pude sentir temblar el cuerpo del sujeto en medio de su ahogados sollozos ya que parecía que el hombre tenía la boca encintada. Yo también lloré en medio de la desesperación que creció dentro de mi. —Dante por favor no, no, te lo suplico. ¿¡Quién es!? ¡Dime quien es!— no pude evitar chillar cuando Dante le quito el seguro a la pistola. —Es la persona que más admiras bonita, a la que mas temes pero a la vez amas. Quien te ha hecho llorar y reír. ¿Quien será esta persona para ti?—Dante volvió a murmurar y yo no pude evitar pensar en todas las personas importantes dentro de mi vida. La primera gota de lluvia cayó en mis manos aún más fría de lo que pensé. Sin embargo la sensación fue lo único en lo que pude concentrarme en medio de esta pesadilla. —Te tardaste mucho— Dante hablo jalando el gatillo con mi dedo para activar el arma. Oli el aroma metálico antes de comprender que estaba empapada en sangre. Ni siquiera escuché el sonido de la bala. Intente comprender la escena con las lágrimas bajando por mis ojos. El resto de la máscara del hombre estaba hecho un tirón de músculos y cerebro que nunca me dejaría reconocer quien era el hombre muerto que estaba tirado contra el árbol. Los dientes me castañearon. Acababa de matar a alguien. —Ahora puedes correr Indra, hazlo tan rápido como puedas porque al toro le encanta el rojo— Dante habló tranquilamente. Sin odio. Sus manos quitaron la larga cadena de mis esposas y luego el se separó lentamente de mi bajo la fina lluvia. No había modo alguno que Dante me fuera a dejar escapar. Su juego favorito siempre había sido el gato y el ratón. Yo iba a ser la siguiente en morir. Dios mío...pensé que estaba preparada para esto, pero estaba muy lejos de estarlo. No quería morir. No podía después de haber matado a alguien. Madre mía, ¿Y si esta persona era Fausto? —¡Te dije que corrieras puta madre!— Dante gruño ahora y me empujó para hacerme avanzar. Lo mire una última vez detrás de la máscara que ocultaba su verdadero ser. —Por favor dime que no es mi hermano, por favor— le susurré entre sollozos alejándome del cuerpo lentamente. Las manos de Dante apretaron la pistola y luego la alzó lanzando una bala al aire. —Tienes tres segundos para correr Indra—. ¿Para que quería huir después de haber asesinado a alguien? Ahora era igual que ellos. —Uno...dos— Dante contó y luego apuntó la pistola contra mi cuerpo. En medio de mis incontrolables sollozos di media vuelta y me eche a trotar por el oscuro bosque. ¿Por qué hago esto? En menos de dos segundos me atraparía de nuevo y ahora si me mataría. Para que me daban estas falsas esperanzas. Era imposible salir de aquí. El aire se me fue demasiado rápido y me agarré de un árbol intentando enfocar la vista en donde quiera que estuviera. El sonido de la lluvia golpeando las ramas de los árboles no me tranquilizo en absoluto. ¿Esto era el infierno? Mire mi mano que dejo manchas oscuras contra un tronco. Era sangre, todo mi abdomen estaba cubierto en el mismo líquido y no pude evitar soltar un chillido de miedo. Quería saber a quien había matado. Mamá nunca me perdonaría si hubiese lastimado a su familia. El cartel de Fausto me buscaría y mataría si era el. No tenía salida. No era nadie en la vida. Me lleve las manos a la cabeza y comencé a dar vueltas sin dejar de llorar hasta que emprendí un intento de trote de nuevo en un lugar del cual yo sabía, nunca iba a poder escapar viva. Vi luces blancas aparecer de pronto. Lo sabía. La cacería de Dante había acabado en poco tiempo. Me va a torturar de nuevo. No quería que mi vida acabara así. Me obligue a echarme a correr hacia la izquierda y ahogue mis sollozos lo mejor que pude. De la nada me tropecé con una rama y rodé cuesta abajo. Me lastime las muñecas cuando intente detenerme en medio del lodazal donde habían ido a parar. Malditas esposas, logré levantarme desorientada, agitada; desesperada. No, no, no. Necesitaba saber de quien era la sangre que tenía sobre mi antes de morir. —¿Indra?— pude jurar que escuché la voz de Fausto. Me dejé caer hincada y finalmente derrotada. ¿Había sido el todo este tiempo? O acaso las ilusiones me matarían antes de que alguien me encontrara. ¿La voz era del fantasma de Fausto? Cerré los ojos no queriendo afrontar a mi mounstro. Sentí unas grandes manos en mis hombros y grité de miedo sin aún querer abrir los ojos. —¡Soy yo! ¡Soy Fausto!— la voz no era real. Era otra ilusión. Otro fantasma y otra pesadilla. Ya no quería mas. Ya no podía tener más. Quería desaparecer. Alguien me alzo del lodo y me obligué a abrir los ojos en medio de mis gritos. Mire a Fausto frente a mi, el cual tenía una barba que me hizo dudar si era el. El demonio de ojos verdes estaba rodeado de varios hombres armados, su cabello estaba empapado y las gotas de agua que le caían por el rostro parecían lagrimas. Lo sabía. —¡Ya déjame! ¡Mátame y termina esto!— sentí que me queme la garganta en medio de los desgarradores alaridos que había querido lanzar desde que llegué aquí. Intente ver hacia la persona que me tenía cargada por la cadera, pero fue imposible bajo los mismos pasamontañas y los lentes de visión nocturna. ¿Gente de Dante? ¿Gente de Fausto? ¿Y si siempre fueron aliados? —Amor tienes que calmarte, estás bien. Estas a salvo— Fausto me dijo consternado intentando acercarse a mi. Chille aterrada cuando vi el arma larga negra que Fausto cargaba contra su pecho. No lo quería cerca de mi. No podía sufrir de nuevo una ilusión que desaparecía. Esto era una pesadilla. Mi inferno. —Duérmanla, ¡Denle algo!— no se quien hablo y de pronto un pañuelo sobre mi cara me ahogo. No, otra vez no. No quería volver a despertar encadenada a un techo, sufrir una tortura de nuevo. Menos volver a repetir el mismo ciclo de dolor. —¿Qué... hice mal?— sentí que mis palabras se convirtieron en susurros cuando me despegaron el pedazo de tela y pase a los brazos de Fausto cuando el le dio su arma a alguien más. Esto se iba a convertir en un terrible ciclo sin final. —¿Por qué...me odias tanto?— sentí como los sollozos se comenzaron a calmar. Drogas. De nuevo las malditas y benditas drogas para muchos. ¿Esta era realmente mi vida? Era horrible. Todos ellos eran inhumanos. Crueles, despiadados y asesinos mortales. Perfectos mentirosos y manipuladores que se escurren entren las líneas de la ley para nunca ser tocados. ¿Por qué nadie hacía nada para detenerlos? Eran la maldad en la tierra. —Dile a Carlota y a Enzo que dejen al puto arabe ahora mismo y que se alineen en el hangar. Los veremos ahí— la voz del hombre de esmeraldas sonó demasiado enojada. Mi vista se volvió demasiado borrosa y antes de caer de nuevo en las puertas del infierno lo escuché hablarme contra el oído en un susurro lleno de mentiras. —Lo siento amor, lo siento tanto— dijo arrepentido Fausto, pero ya sabía que el estaba lejos de estarlo verdaderamente.