Mundo ficciónIniciar sesión“Kayla, una recepcionista amable y trabajadora, que esconde un pasado duro. Decide irse de vacaciones en un crucero con su novio, buscando un merecido descanso. Lo que Kayla no sabe es que en ese mismo barco está Hades, el CEO de una gran empresa disquera, un hombre arrogante y mujeriego que le hizo bullying durante años en la escuela.Que está festejando sus futuras nupcias con su novia de años. Desde el primer momento en que Kayla ve a Hades, los recuerdos dolorosos de su juventud vuelven a su mente. Hades, por su parte, apenas la reconoce, pero su actitud altanera y despreciativa sigue intacta. A pesar de la incomodidad, Kayla intenta disfrutar de su viaje, pero el destino tiene otros planes.Una noche, una tormenta feroz azota el crucero, causando un accidente que deja a Kayla y Hades varados en una isla desierta. Sin más compañía que la del otro, se ven obligados a trabajar juntos para sobrevivir. La tensión entre ellos es palpable. Kayla no puede olvidar el dolor que Hades le causó, y Hades, acostumbrado a una vida de lujos, se siente frustrado y fuera de lugar sin saber que hacer. ¿Que pasará en esa isla desierta?
Leer más—¡Gorda, gorda, gorda! —se escuchan los constantes gritos de una muchedumbre que, debido a lo fuerte de sus voces, hace eco en las paredes de ese corredor de secundaria, regresando con más fuerza impactado ese ruido en la joven a la cual le hacen bullying.
En el centro de todos esos adolescentes, está una chica regordeta usando un pantalón de algodón, con una camisa de color blanco y con su cabello oscuro como la noche sostenido en una coleta sobre su cabeza; ya hace en el piso, rodeada de todos ellos y recibiendo esos constantes cuchicheos que le aturden los tímpanos. Sintiendo miles de emociones encontradas al ser atacada por esos adolescentes que dicen ser sus compañeros, pero solo son unos carroñeros en busca de la presa más débil y esa tenía que ser ella. —Creo que es momento de tirarle comida a la cerda —grita alguien en el fondo que la joven no logra ver. —¡Qué buena idea! —respondió alguien de la muchedumbre, motivando a todos. Los adolescentes sacan de sus mochilas y de donde pueden todo tipo de comida y golosinas. Son arrojados a la chica regordeta que ya está en el suelo, cubriendo su rostro con sus manos para impedir que alguno de esos proyectiles pueda lastimar su cara. La comida choca contra su ropa que es manchada por chocolate, refresco, crema de maní y otros tipos de comidas. Su cabello tampoco no se salva que le cae goma de mascar y otras comidas que se mezclan en esa zona. La joven que está en el piso solo se siente llena de vergüenza, tristeza y de ira por ver cómo todos sus compañeros son tan malos con ella cuando ella no les ha hecho nada malo. Mientras está sobre ese charco de refresco y comida, eleva su mirada, que se posa en esa persona en especial, un chico alto de 1,75 de piel blanca, con cejas prominentes, su rostro cuadrado, nariz afilada, labios delgados, cabello café oscuro, ojos verdes, con ropa de marca cara que sonríe de ojera a ojera disfrutando de la escena que está presenciando mientras abraza a su novia, la capitana de porristas, una rubia de 1,68 de ojos verdes, la típica chica popular, y es que se sabe bien que siempre los populares se juntan como si fueran uña y mugre. La joven sabe perfectamente que todo esto es idea de él, Hades Lara, el chico más popular de la escuela el es el que esta a la cabeza de todo esto. Él siempre la ha odiado y se ha burlado de ella desde que estaban muy pequeños porque para su desgracia han estado en las mismas escuelas desde niños. Ella lo fulmina con la mirada, casi queriéndolo matar, y es que sabe bien que él es el único culpable de todo esto. Pero al ser popular, todos le siguen el juego, ya que creen que él les está enseñando lo correcto. —¡Ten tu bocadillo, cerda! —grita un chico que pasa a su lado, arrojando ese proyectil que cae en el rostro de la chica que, por estar viendo a Hades, no pudo detenerlo y ha manchado su rostro, impidiendo su vista. —¡Ja, ja, ja! Lo único que escucha son las risas de todos; se aparta esa pasta oscura que le han arrojado al rostro, viendo cómo todos continúan riéndose de ella. —Deberías de regresar a la sabana, Kayla; allá están donde perteneces, allá están los de tu especie, no aquí, porque ten en cuenta que en este mundo nadie se fijaría en una gorda como tú y el que lo haga debe de estar completamente ciego. —Habla Hades con burla y todos se ríen ante la broma que ha dicho. —Si tienes razón, amor, nadie se fijaría en una hipopótama —declaró esa rubia con una sonrisa burlesca. Kayla solo los mira molesta, pero al oír esas hirientes palabras, siente cómo se le hace un nudo en la garganta y cómo sus ojos se llenan de lágrimas al punto de casi bajar por sus mejillas, pero intenta contenerlas no permitirá que ellos la veas llorar. . —¿¡Qué ocurre ahí!? —grita uno de los maestros, haciendo que la multitud se aleje rápidamente hasta dejar solamente a Kayla en el piso. —Kayla, ¿estás bien? —preguntó el maestro, ayudándola a levantarse. —Creo que sí —respondió la joven que aún sostiene sus lentes en su mano y con la única esquina de su camisa los intenta limpiar para poder usarlos porque su vista es tan pésima que sin ellos no puede ver. —Ve a limpiarte; yo me encargaré de ese grupo —le dice el hombre que la deja sola para irse detrás de la manada de alumnos que ha salido corriendo escondiéndose donde pueden. Kayla, al quedarse sola con toda esa comida, se agacha agarrando su mochila y, con pasos calmados, se va por el pasillo dejando a su paso un rastro de gotas y desperdicio de comida. Hasta que al fin llega al baño, abre la puerta con calma, acercándose al lavamanos, dejando su mochila y sus lentes sobre él, ya que no los pudo limpiar debido a la pasta que no tiene ni la menor idea de qué es, aunque su olor es tan fuerte y apestoso. Abre la llave del grifo dejando salir el agua, coloca sus manos debajo de ese chorro de agua, tomando un poco en sus palmas, inclinándose hacia el frente y llevándola hasta su rostro, intentando limpiar todo residuo de su cara. Tras varios intentos de llevar el agua a su cara, al fin cierra la llave, saca su abrigo de su mochila y lo usa como toalla para secarse. Ve su reflejo en el espejo y se queda triste y seria al ver su cara toda regordeta. Sus mejillas están infladas, sus labios pequeños porque sus pómulos son más prominentes que ellos, haciendo que sus ojos y su nariz se vean más pequeños. Baja su vista a su cuerpo, que es de 1,58 y está completamente redondo como el de una albóndiga; sus manos, sus brazos y sus piernas hasta están hinchadas de lo gordita que está y recuerda las cosas que le han dicho sus compañeros y comprende que tienen razón: es una cerda. Pero no es su culpa del todo hay otras razones mayores por lo cual esta asi, pero para que se engaña ella tambien tiene culpa aunque no quiera admitirlo por no poder cerrar la boca para no seguir comiendo. Eso termina por destrozarla. Las lágrimas vuelven a llenar sus ojos, pero ahora no las contiene y las deja fluir bajando por su mejilla. Ella se desploma en el piso, llevando sus piernas regordetas hacia su pecho hundiendo su rostro en sus piernas sintiéndose culpable de tener este físico tan deplorable a sus tan cortos 15 años. Los minutos pasan volando; ella sigue invadida por la melancolía, la tristeza y el dolor. Hasta que siente que no tiene mas lagrimas que sacar, levanta el rostro con el nudillo de su mano limpia sus lágrimas, se pone de pie y vuelve a ver su reflejo en el espejo. Pero nada cambia, su reflejo sigue siendo el mismo y del cual se siente mas avergonzada. Golpea el espejo impactando su nudillo contra el espejo quebrandolo eso le ayuda a tranquilizarse un poco pero el fuerte dolor aparece y ve como la sangre fluje machando todo. —Carajo —maldice en voz baja. Rapido acerca su mano al lavado abre la llave limpia la mano con agua intentando cortar el flujo de sangre, pero es imposible ademas de que es una pesima idea. Cambia de tactica usa su abrigo apretando su mano con fuerza logrando detener la sangre. De la nada, el sentimiento de culpa se ha ido, y ahora la ira llena su corazón. Recordando al culpable de todo esto. —Todo es culpa tuya, Hades Lara, te odio con todo mi ser... —declara mientras aprieta la quijada...Los días siguientes la prensa no se dio abasto con tanto chisme que tenían de la familia Lara. De cómo el mismísimo Hades Lara los denunció a todos por abuso. Durante el juicio, Hades presentó mucha evidencia de todos los daños que le causaron sus padres y su abuelo. Incluso las pruebas del abuso sexual que sufrió a manos del señor Benavides, y no solo él, un sinfín de niños habían sido violados y cómo sus padres estaban al tanto de eso y no hicieron nada. Las pruebas eran más que evidentes; por más que intentaron defenderse, estaba claro todo lo que me había sufrido. El juez tomó la decisión de sentenciar al sargento Benavides a 80 años de cárcel, al señor Fausto Lara a 20 años de prisión, al igual que a la señora Natalia. Al señor Javier, por haber sido honesto y ayudar con las investigaciones, le redujeron su sentencia a 15 años de prisión. Para Hades, escuchar cada una de esas condenas fue un alivio. Su alma había sanado y su niño interior estaba en paz al darse cuenta de que ha
La comida está lista; Kayla y Felipa también están preparadas para la llegada de los padres de Kayla. Están terminando de darle los últimos detalles a la mesa. La tele sigue encendida en un programa de música suave. Cuando es interrumpido. “Lo sentimos por interrumpir su programación, pero tenemos una noticia espectacular sobre la boda del año entre Hades Lara y Raquel Olmos”. Kayla escucha esos nombres y se fastidia poniendo los ojos en blanco. —Felipa, apaga la tele, no quiero oír nada de esa boda y no quiero que mis padres estén escuchando eso sabiendo que tendré un hijo de ese hombre —mencionó Kayla molesta, tapándose los oídos con las manos. Felipa camina cruzando el comedor hasta llegar a la sala, agarrando el control y apagando el televisor. En ese mismo momento llaman a la puerta. Felipa se acerca abriéndola, viendo a los padres de su amiga muy contentos. —Hola, Felipa, qué gusto en verte y gracias por darle un techo a nuestra hija después de su extraña ruptura c
Hades aprieta la quijada molesto por las declaraciones de su abuelo. Empuña la mano listo para darle un buen golpe, pero se detiene de hacerlo; sabe que si lo hace, puede ser la razón suficiente para ordenarle a su amigo que le dispare a Kayla y no quiere que eso pase. —Eso es lo único que tenemos en común, el odio hacia el otro, pero que te quede claro que después de esto nunca quiero hablar ni verte en mi vida —le aclaró Hades empezando a caminar. —Como si eso me importara —respondió Fausto al verlo irse. Hades solo lo ignora y continúa caminando hasta bajar las escaleras. Caminando a toda velocidad, saliendo de la casa y subiéndose en el auto. Fausto calma un poco sus nervios y sigue a su nieto. Pero en la habitación de al lado, Javier ha escuchado la conversación que ambos han tenido. Quedándose más que molesto por lo que escuchó. Y no puede creer que la violación de Hades sea obra de su padre. Esto último es la chispa que él necesitaba para hacer lo que su hijo anoche
—Hemos interrumpido su programación local para poder darles una noticia que nos ha tomado a todos por sorpresa, y es que el distinguido señor Hades Lara contraerá nupcias con la señoría Raquel Olmos esta misma tarde —habló la mujer en la televisión. Kayla y Felipa voltean hacia la tele, ya que se encuentran al otro extremo de la habitación organizando todo para la cena con sus padres. Kayla se siente triste, pero en el fondo sabía que era inevitable que él se casara. Además, no está segura de que ella haya podido estar con él. Ambos son tan diferentes. No pertenecen a estar juntos. En especial porque ella aún sigue marcada por el pasado. Y solo le desea que sea feliz con esa mujer. —¿Te encuentras bien? —preguntó Felipa dejando de poner los platos en la mesa y acercándose a su amiga. —Claro que sí, sabía que él y yo no podíamos estar juntos. Pero apresuremos, mis padres llegarán pronto y será difícil explicarles que el padre de mi bebé se casará hoy, pero ya no puedo ocultar
Javier camina por los pasillos de la mansión. Dirigiéndose hacia su oficina. Para cumplir con la orden de su padre. Ahí fue donde dejó su móvil. Su mente está llena de dudas mientras se acerca. No le agrada la idea de su padre, no está de acuerdo con casarlo a la fuerza con esa mujer tan mimada, pero no tiene idea de qué hacer al respecto. Pero sabe que si no le habla, su padre es capaz de ir por él y prefiere que su hijo venga y pueda oír lo que tiene planeado. Con la esperanza de ayudarlo. Recuerda cuando escuchó que su hijo sería papá; no puede negar que sí le impactó, pero se puso feliz en el fondo, aunque triste al conmemorar que él no actuó de la misma manera cuando supo que sería padre. Dándose cuenta del pésimo padre que ha sido. Al fin llega a la oficina, toma el teléfono, marcando el número de su hijo. Espera paciente unos segundos hasta que se escucha que contestan. —Hola, papá —habla Hades con tranquilidad. —Hola, hijo, ¿dónde estás? —preguntó algo dudoso Javier.
Hades permanece inmóvil en ese sillón; su mirada se fija en la ventana, en esos árboles, pensando en cómo ella lo ha rechazado otra vez. Él se queda ahí por un largo tiempo. Sus hombres que se encuentran afuera en la calle comienzan a preocuparse por su jefe. Después de que vieron cómo la mujer se iba, creían que él no tardaría mucho en bajar, pero ya han pasado algunas horas desde que se fue y eso empieza a alarmarlos. Uno de ellos está listo para ir a ver si todo está bien cuando lo ve salir por la puerta. —Señor, ¿se encuentra bien? —indagó él, un tanto preocupado. —Sí, vámonos —dijo Hades con tono serio. El guardia no lo cuestionó más. Solo le abrió la puerta. Él se metió en el lugar del piloto poniendo en marcha el vehículo. En la distancia, escondido entre los arbustos, se levanta un hombre completamente vestido de negro. Saca el móvil marcando. Espera impaciente que su llamada sea contestada. —¿Qué pasa? —contestó la voz de la rubia. —Señorita Olmos, le tengo un
Último capítulo