«La joven Kayla se encuentra a la mitad del escenario teatral de su escuela, mira en todas direcciones y, por la decoración llena de brillos, globos y las enormes letras de generación 2015, deduce que es la graduación. Su corazón se alegra y una paz llena su alma. Lleva su mano hacia su pecho, sintiendo alivio: por fin terminará la escuela y nunca más tendrá que ver a todos aquellos que la dañaron.
Cuando de la nada un reflector la ilumina, impidiendo su vista, ella se esfuerza para intentar ver quién la ilumina. Sin que se lo espere, se escucha un ruido extraño arriba de su cabeza. Gira el rostro en esa dirección, viendo cómo cae un líquido café que la empapa hasta los pies, mojando cada parte de su cuerpo que queda manchada con ese líquido negro. Ella aparta esa sustancia de su rostro que huele tan mal como si fuera lodo con excremento. Confundida por lo que acaba de pasar. Cuando unas voces captan su atención. —¡Cerda, cerda! —gritan las voces a lo lejos, escuchándose cada vez más fuerte. Al punto de tenerlas lo suficientemente cerca, le arrojan comida hacia ella. Sus ojos se llenan de lágrimas al ver a todos los de la escuela riéndose de ella y ver ese rostro tan familiar siendo la cabeza de esa multitud, a ese sinvergüenza de Hades Lara, ese infeliz que sonríe de oreja a oreja mientras que ella se muere de rabia que hasta sus ojos se llenan de lágrimas…» *** —¡Ah! —se despierta Kayla completamente asustada por lo que acaba de soñar. —¿Estás bien, cariño? —le preguntó su novio, que se despertó por su fuerte grito de horror. Kayla, con la respiración agitada y las pupilas dilatadas, mira a su novio, que la ve con esos lindos ojos azules llenos de preocupación. —Sí, Hugo, mi amor, estoy bien —responde ella fingiendo una sonrisa. —Todavía te atormentan en tus sueños sobre tu peso, ¿verdad? —preguntó preocupado. Kayla lo ve con atención, dándose cuenta de que, por más que quiere ocultar eso, nunca podrá hacerlo. Así que se pone de pie, caminando directo hacia la ventana. —Será mejor que me apresure o llegaré tarde al trabajo —dijo buscando entre sus cajones. —Cariño, tenemos cinco años de relación y todavía no tienes la confianza para contarme todo lo que te hicieron en tu adolescencia —agregó Hugo levantándose de la cama, caminando hasta ella, colocando sus manos en sus hombros para que ella pudiera entender que está para apoyarla. —Lo sé, amor, pero me es difícil hablar de eso, entiéndeme, fue algo muy duro para mí y cuando esté preparada te lo contaré todo. —Ella intenta consolarlo para que no siga insistiendo más en eso. —Está bien, cariño, iré a preparar el agua para bañarnos. —Le da un beso en su mejilla y se va caminando despacio hasta entrar por la puerta que está en el interior de la habitación. Kayla se queda viendo hacia ese punto, sintiéndose mal por no tener las fuerzas para contarle todo lo que le ocurrió en su adolescencia, pero es que le sigue siendo difícil hablar de eso porque fue un momento muy complicado para ella que le enseñó a no confiar en nadie. Y menos porque tendría que contarle todo lo ocurrido con Hades Lara y sabe que si le dice a Hugo, él renunciará a su trabajo, ya que él trabaja en la empresa disquera LARA Récords, de la cual actualmente Hades es el CEO. Pero eso no es importante, puesto que su novio tiene un buen puesto y no quiere ser la culpable de que pierda todos sus años de esfuerzo y dedicación que él le ha invertido por culpa de una cosa que pasó hace años. Además de que ahora su físico cambió demasiado, completamente lo que fue de ella solo es una mancha en su pasado, porque después de terminar la preparatoria, estuvo durante años en un gimnasio y cuidó su alimentación al máximo hasta por fin lograr tener una figura envidiable, la que tanto había anhelado. Y justo por eso se sintió más segura de aceptar la invitación de Hugo, ya que a él lo conoció en el gimnasio y agradece mucho salir con él, porque es un hombre espectacular que la ha tratado muy bien al punto de decidir vivir juntos. —¡Cariño, vas a venir! —gritó Hugo, llamando la atención de Kayla. —Ya voy —responde ella, tomando su ropa y yendo directo a esa habitación. Después de un baño candente con Hugo, ahora está en la cocina preparando unas tostadas con aguacate y un café para Hugo. Que baja rápido las escaleras, dirigiéndose hacia la cocina. —Cariño, tengo que irme, se me está haciendo tarde —menciona Hugo. —Siempre se te hace tarde cuando me invitas a bañar contigo —agrega Kayla sonriendo. —¿Y cómo no si tengo a una mujer hermosa a mi lado? —dijo su novio sonriendo, acercándose a ella, rodeándola por la cintura y dándole un beso en los labios. Kayla se siente feliz y halagada al oír eso. Le corresponde el beso de manera cálida y tierna. Pero siente cómo su novio baja sus manos hasta depositarlas en sus glúteos, presionándolos con cierta firmeza, y ella siente cómo algo empieza a clavarse en la parte baja de su vientre. Deteniendo ese beso. —Mi amor, no es momento para eso, debes irte o llegarás tarde —le recuerda Kayla. —Tienes razón, pero no creas que no estoy tentado a hacerte mía sobre esta mesa —agregó Hugo con sensualidad. —Eso será después, así que ten tu café y que te vaya bien —se despide Kayla dándole una nalgada a su novio. Él sonríe por ese gesto y se va sin decirle nada más. En el fondo se escucha cómo la puerta se cierra, quedando Kayla de nuevo sola en esa casa. Su mente vuelve a la pesadilla que tuvo y entiende que debe de hacer otra cita con la psicóloga que ha visto por más de 10 años y es que todavía le resulta muy difícil controlar todo ese abuso que vivió. —Mi pasado siempre será una marca imborrable en mi vida y todo por culpa de ese desgraciado de Hades —susurra apretando la quijada por rabia. Olvida eso y termina sus tostadas, agarrando su bolso, acercándose a la puerta, sacando de un pequeño mueble de madera, sus zapatillas a juego con su falda de tubo oscura; se ve en el pequeño espejo redondo al lado de la puerta, acomodando su camisa blanca con un moño en el cuello. Ve que todo está en orden y abre la puerta. Saliendo del departamento. Sale del edificio caminando por el estacionamiento hasta llegar al lado de su auto, un Fiat 500 2019 blanco. Es un vehículo pequeño, pero a ella le gusta, además de que era el único que estaba en su presupuesto. En fin, es algo que puede considerar de ella. Entra en él, acomodándose en el asiento que ya es bastante familiar para ella, introduce la llave en su sitio, escuchándose el ronquido del motor encendido, se pone el cinturón de seguridad y pone en marcha el vehículo. Conducir con cuidado por las calles de la ciudad, respetando cada una de las señales y obedeciendo las reglas. Coloca el señalero para girar a la derecha y entrar en el estacionamiento de su trabajo. Se estaciona en su lugar asignado, que es solo para empleados. Baja del vehículo, colocando primero su pie derecho en el asfalto y después el otro. Se gira para tomar su bolso y cierra la puerta; camina por el cemento, escuchándose sus tacones como un ligero eco que acompaña su trayecto. Entra al edificio donde se acerca a su lugar de trabajo, ya que ella es recepcionista en un bufete de abogados y donde se siente feliz y cómoda de estar. —Veo que te dieron un buen mañanero —se escucha la voz de su mejor amiga Felipa, esa morenaza de cabello rizado. —Buenos días también para ti, Felipa —la saludó para omitir su comentario, aunque ya está acostumbrada a eso. —Sí, pues los tuyos son mejores. —¡Ja, ja, ja!, ya, Felipa, deja de juegos o nos escuchará el jefe —la regaña para que no siga y es que Kayla no está muy a gusto hablando de ese tema. —Está bien, hablando de jefe, te espera en la oficina. —¿En serio? —preguntó Kayla. —Sí —le contestó su amiga. Se levanta de su silla, caminando hacia la puerta de su jefe…