La ciudad se había convertido en una olla de presión. Las declaraciones de Eva Salcedo ya circulaban como pólvora en cada red social, foro independiente y medio internacional que se atrevía a ignorar la censura. El video de su testimonio había alcanzado millones de reproducciones en menos de doce horas. En él, Eva no solo narraba su historia. Daba detalles. Cronologías. Pruebas. La verdad ya no era una idea: era un misil en caída libre.
Pero lo más poderoso aún no se había revelado.
Valentina, Sebastián y Tomás estaban en una habitación oculta de un edificio del centro de la ciudad. Afuera, el caos era disfrazado de rutina. Adentro, la guerra se planeaba con precisión quirúrgica.
Sobre la mesa estaban los cuatro nombres clave. Eva los había entregado en una hoja escrita a mano. "Quemarlos, no solo exponerlos", había dicho. “Deben quedar fuera del juego para siempre.”
Valentina tomó aire, mirando los dos primeros.
—Vamos con estos. Hoy. Ya.
Tomás asintió. Su laptop estaba conectada a u