El sol comenzaba a asomarse sobre las colinas cuando Aurora, con poco más de un año, empezó su rutina matutina. Su risa llenaba la casa mientras gateaba de un lado a otro, explorando cada rincón con curiosidad infinita. Matteo, ahora un niño de cuatro años lleno de energía, corría tras ella como un pequeño protector, asegurándose de que su hermana no se metiera en problemas.
Bianca los observaba desde la cocina mientras preparaba el desayuno. La escena le sacó una sonrisa: sus hijos eran tan diferentes y, a la vez, complementaban perfectamente el hogar que habían construido. Sin embargo, equilibrar el tiempo entre un bebé y un niño pequeño no siempre era sencillo.
—¡Mamá, Aurora está intentando co