El día amaneció con un cielo despejado, como si incluso la naturaleza quisiera marcar el comienzo de algo nuevo. Las calles del pueblo estaban llenas de murmullos y pasos apurados. La inauguración de la nueva ala del centro comunitario había atraído a personas de todas partes. Familias, antiguos amigos de Luca y Bianca, y hasta periodistas llegaron para presenciar el evento que prometía ser inolvidable.
Matteo y Aurora estaban en el interior del centro comunitario, revisando los últimos detalles. La nueva ala era amplia y luminosa, construida con los fondos que los hermanos habían decidido donar de la herencia Mancini. Las paredes estaban decoradas con obras de arte donadas por Aurora, todas impregnadas de esperanza y resiliencia. En el centro, bajo un gran ventanal que dejaba entrar la luz del sol, se encontraba cubierta por