La evidencia obtenida gracias al sacrificio de Marco pesaba en las manos de Matteo mientras la examinaba por última vez en la mesa del comedor. Aurora, sentada frente a él, trazaba líneas nerviosas en un cuaderno mientras intentaba calmar su mente. Cada palabra, cada número en esos documentos era una pieza del rompecabezas que demostraba la corrupción de Vittorio, desde lavado de dinero hasta tráfico de armas. Era suficiente para destruirlo, pero también suficiente para que Vittorio los persiguiera hasta el último rincón del mundo si no actuaban rápido.
Enzo, un viejo aliado de Luca y alguien en quien habían llegado a confiar, revisaba los detalles junto a ellos. Aunque el tiempo había marcado su rostro con arrugas y canas, su mirada seguía siendo dura y calculadora, propia de alguien que ha