La mañana era fría, con el sol apenas asomándose entre las nubes grises. Aurora y Matteo se encontraban en la sala del antiguo despacho de su padre, la misma habitación donde Luca había tomado tantas decisiones que marcaron su vida y la de quienes lo rodeaban. Ahora, el peso de esas decisiones recaía sobre ellos.
Sobre la mesa, una pila de documentos parecía irradiar una energía pesada, casi tangible. No eran solo papeles: eran la culminación de décadas de secretos, transacciones y poder acumulado por los Mancini. Vittorio estaba fuera de juego, pero el legado que había intentado usar para destruirlos seguía siendo una carga enorme.
Aurora se sentó en la silla de cuero desgastada de Luca, mirando fijamente los papeles frente a ella. &md