Viktor, observaba el caos como si fuera un espectador en un teatro, en sus labios se dibujaba una mueca demente. Finalmente alzó una mano a su boca, llamando la atención de todos.
—¡Alexander! —su voz resonó, cortando el estruendo—. ¿Vas a dejar que se mueran tus invitados? Todos recordarán esta noche como una gala bañada de sangre.
Alexander se levantó de inmediato, dejando a Emilia a salvo tras la columna, y dio un paso al frente.
—Es hora de acabar con esto, Serkin.
Viktor ladeó la cabeza, su sonrisa transformándose en una mueca peligrosa.
—¿Terminar? —inquirió soltando una carcajada—. No, Alexander. Esto es solo el principio. Y si alguien va a encontrar su fin hoy, eres tú.
El caos se desató en la mansión como un incendio incontrolable. Los disparos resonaban cual relámpagos dentro de las paredes con revestimientos de mármol, y los gritos se mezclaban con el sonido de cristales rompiéndose mientras las personas se escondían tras muebles volcados.
Emilia fue empujada de detrás de l