Para Emilia, el episodio del depósito fue una pesadilla. De hecho, este se repitió varias veces mientras dormía. En la mayoría de los sueños, Alexander no se detenía tras el beso, ella tampoco se resistía. Despertaba cada vez —a veces en medio de la noche— bañada en sudor frío y otros fluídos que delataron su lucha interior contra sus deseos más básicos.
—Aargh, ¿por qué parece que las hormonas tienen voluntad propia y les gusta ese arquetipo de hombre peligroso y oscuro? —le preguntó al techo.
Quería seguir durmiendo, era su día libre y por fin podía recuperar algo de sueño perdido; sin embargo, la perspectiva de cerrar los ojos y ver a Alexander Sidorov entre sus piernas, sonriéndole con vileza mientras se movía dentro de ella… No, no podía volver a dormir.
Se levantó con una meta simple: tener un día agotador que le permitiese dormir toda la noche sin soñar. Tras arreglarse y comer algo, salió de su departamento a vagar por las calles de Crestview, pensando que no necesitaba demoni