Emilia inclinó la cabeza hacia un lado, su expresión no delató incomodidad ni resistencia; sin embargo, no se movió en su dirección de inmediato.
—¿Información? —inquirió con interés comedido—. ¿Qué tipo de información? ¿Detalla y eficaz? ¿Podré tomar cartas en el asunto de forma inmediata? ¿O es solo del tipo general y ambigua donde todos son sospechosos y todos pudieron haberlo hecho?
Alexander soltó una risita.
—Nunca consideré que fueras del tipo elocuente, Emilia. —Se llevó el vaso a los labios y bebió el resto del coñac de un solo trago.
El hombre se puso en pie, la bata cayó a los costados dejando ver con claridad las líneas definidas de sus músculos abdominales. La pelinegra dio un vistazo rápido y enfocó su atención en los ojos de él, densos, peligrosos, amenazadores. Cada paso que dio Alexander en su dirección le generaba el deseo de huir, pero Emilia supo que si reculaba en ese momento perdería la batalla.
La distancia se acortó con cada paso, el olor de tierra mojada se me