La luz tenue de la habitación apenas iluminaba las paredes, proyectando sombras alargadas que parecían moverse con vida propia. Era un espacio cuidadosamente decorado, cada elemento en su lugar, reflejando un orden casi obsesivo.
Los muebles de madera oscura y las cortinas gruesas contribuían a la atmósfera opresiva que caracterizaba el Oblivion Lounge. En el centro de la habitación, una cama amplia, con un cabecero tallado a mano, dominaba el espacio. Sobre la colcha de seda negra, Katerina se encontraba sentada al borde, con las piernas cruzadas y la espalda recta.
Llevaba un vestido rojo, vibrante y ajustado, que resaltaba cada curva de su figura. La tela brillaba ligeramente bajo la luz, dando la impresión de que se movía con cada respiración. Su cabello estaba recogido en un moño bajo, dejando a la vista su cuello largo y delgado, adornado con un collar de diamantes que destellaba sobre su piel nívea y nacarada.
Katerina Volkova se veía hermosa, casi como un ensueño.
Sin embargo,