Valentín se quedó en el estudio después de que Alma salió dando un portazo.
El eco de la madera cerrándose aún retumbaba en su cabeza.
Encendió un cigarro con manos que temblaban más de lo que admitía. La primera calada le raspó la garganta y llenó el cuarto de un humo amargo, como si también quisiera tapar los pensamientos que lo acosaban.
Se dejó caer en la silla, el sobre todavía abierto sobre la mesa.
Pasó los dedos por las hojas sin leerlas otra vez, como si el tacto pudiera decirle lo que los ojos no sabían. Y entonces la memoria se abrió paso, Tony a su lado en aquella emboscada en Little Havana, disparando hasta quedarse sin balas; Tony curándole una herida en el costado con manos torpes; Tony de pie en su cumpleaños, jurando lealtad frente a toda la familia.
“¿De verdad me traicionarías, cabrón?”, pensó, apretando los dientes.
La ceniza del cigarro cayó sobre el mapa extendido.
Valentín exhaló y sintió que el humo era más liviano que la pregunta que lo atormentaba, ¿y si en l