Valentín encendió sus teléfonos.
Las pantallas explotaron en notificaciones, llamadas perdidas, mensajes urgentes, amenazas sutiles.
Marcó a Vicenzo, con el corazón latiendo más rápido de lo habitual. Aún tenía el eco de la voz de Alma en los oídos, el calor de sus últimos días grabado en la piel.
Miró la pantalla repleta de notificaciones, y por un segundo, deseó no haber vuelto.
El silencio del apartamento le había dado paz, pero la realidad golpeaba como un portazo. Sus dedos temblaron levemente antes de marcar...
—¿Dónde carajo estabas, Valentín? Esto no es un maldito juego. ¡Ven a la bodega ya mismo!
Valentín se pasó la mano por el rostro.
—Estaba fuera. Necesitaba tiempo, pero ya estoy de regreso.
Se levantó.
Se abrochó la camisa.
Tomó su pistola y salió rumbo a la bodega, sin saber que cada paso lo llevaba directo a un destino corrupto.
…
Unas noches atrás...
La mansión Moretti, habitualmente silenciosa en sus noches de mármol y whisky, se estremeció con el rugido de un motor.