Para Alan, su padre era Marcos.
Nunca —y quería decir NUNCA— había hablado o mencionado a Alejandro. Así que el hecho de que este hombre ahora quisiera conocerlo era un problema. No estaba dispuesta a cambiar la tranquilidad de lo que su hijo creía que era su vida, mucho menos por alguien que no valía la pena.
—No hay trato —respondió con firmeza. Se negaba a involucrar a su hijo en esto.
—¿Por qué? —Si se había disgustado o no, no se lo hizo saber.
—Porque mi hijo ya tiene un padre. Para él, Marcos es su padre. ¡No puedes tú venir y aparecer como si nada a querer cambiar las cosas! ¡No voy a permitir que…!
—¿Un padre mafioso? —soltó implacable—. ¿Ese es el tipo de padre que quieres para tu hijo, Selene?
—Marcos no es… —Sin embargo, se interrumpió a sí misma, porque ya ni siquiera sabía qué creer.
—Lo es —aprovechó su silencio para dar la estocada final—. Y en cuanto lo veas por tus propios ojos, espero que recapacites y me permitas ver a mi hijo. No tienes que decirle qu