La Feria de Artesanía respiraba vida en cada rincón. El sol de la tarde doraba los puestos de cuentas, transformando collares y pulseras en cascadas de luz. Malú se detuvo frente a un puesto donde colgaban aretes de cerámica pintada como frutos exóticos. Sus dedos tocaron un par azul-turquesa, recordando las aguas del Caribe que Dmitry una vez describió.
Derick la observó a distancia, su sonrisa reflejando el encanto de ella. Antes de que ella se diera cuenta, él ya había pagado los aretes y apareció a su lado, el calor de su cuerpo casi rozando el suyo.
—No son los aretes los que brillan, Malú —susurró, colocando delicadamente uno en su oreja—. Eres tú quien hace que hasta el vidrio parezca un diamante.
Malú sintió que su rostro se incendiaba, desviando la mirada para ocultar el torbellino de emociones. Olga y Rosa rieron bajito, intercambiando una mirada cómplice. May, en brazos de Olga, extendió las manitas para agarrar una muñeca de trapo vestida de encaje, réplica perfecta de las