En ese momento, Malú tragó saliva y al mirar a Ravi, el silencio en la habitación pesaba como un velo denso. Ravi sostuvo sus manos con cariño, aunque notaba que temblaban ligeramente. No soportaba verla encogerse como una hoja al viento, como si el deseo que compartían fuera algo que debía esconderse. O peor aún: como si ella tuviera culpa de algo.
La atrajo por la cintura, sintiendo su vacilación antes de acomodarla en su regazo. Sus dedos trazaban círculos lentos en su espalda, pero su voz era firme:
—¿Puedes prometerme algo, Malú?
Ella arqueó una ceja, tratando de disimular la tensión con una sonrisa:
—¿Prometer qué?
—Que nunca vas a fingir. —Se inclinó hacia adelante hasta que sus narices casi se tocaron—. Nunca vas a decir “sí” solo para complacerme. Nunca ocultarás un “no” detrás de una sonrisa, no soy él, Malú.
Malú tragó saliva. La mención implícita a Viktor flotaba como un fantasma entre ellos. Sus dedos se aferraron a sus piernas, y Ravi vio el instante exacto en que la mem