Cuando Luna se desmayó, la habitación se sumió en el caos. Las mujeres corrieron hacia ella, mientras Diana ordenaba con voz firme:
—¡Alguien llame al médico de la familia! ¡Y traigan a los hombres de abajo, ahora!
Natália atendió el llamado, marcando rápidamente, mientras Malú bajaba corriendo las escaleras. Sus pasos resonaron por el pasillo hasta encontrarse con el marido de Luna, Cristiano, que conversaba con Eduardo y Lucas en el jardín. Ravi, Gabriel y Miriã, al escuchar el alboroto, subieron las escaleras juntos, con los rostros tensos y preocupados.
Cristiano ya estaba en la habitación cuando los demás llegaron. Sostenía a Luna y la recostaba en la cama, sus manos temblorosas apretando las de ella, mientras murmuraba palabras incoherentes de miedo.
—Por favor, despierta… —su voz temblaba, los ojos vidriosos fijos en el rostro pálido de su esposa.
Cuando el médico llegó, con la respiración agitada de quien había corrido, los minutos parecieron horas. Luna ya estaba consciente p