El aire en la oficina se volvió denso. Ravi apretó las manos de Malú, sintiendo sus dedos fríos contra los suyos, pero cuando miró esos ojos verdes que tanto amaba, no vio miedo, sino una determinación de acero que lo llenó de orgullo.
—Bien, ¿y exactamente a dónde piensas llevarla? —preguntó Ravi nuevamente, su voz más áspera de lo que pretendía—. ¿Es realmente seguro? ¿Malú estará cómoda?
Gabriel respiró hondo, entrelazando los dedos sobre sus rodillas.
—Depende mucho de la decisión de Malú. El lugar que tengo en mente… quizás ella no quiera ir.
Malú frunció el ceño, entrecerrando los ojos.
—¿Dónde quieres llevarme, Gabriel?
—Mi hermana… —comenzó Gabriel con cuidado— antes de explicarte, necesitas saber que nuestro padre tiene…
—¡No! —Malú se levantó abruptamente, con los puños cerrados—. Breno Hernández puede ser tu padre, Gabriel, pero nunca fue el mío. No quiero ninguna conexión con él, mucho menos poner un pie en cualquier lugar donde habite.
Gabriel levantó las manos en un gest