Mateo seguía sin devolverme la llamada, y mi preocupación crecía con cada minuto.
Justo cuando ya no aguantaba más los nervios, por fin me llamó.
De inmediato, fui hacia la ventana para contestar, pero vi una figura conocida allá abajo.
Sentí la cara tensa por la sorpresa.
Mi mamá también había venido al hospital.
¿No que iba a salir con sus amigas?
—Aurorita... —escuché la voz de Mateo, algo cansada.
—Perdón, pasó algo con mi mamá, hoy no podré acompañarte.
Sentí algo en el pecho.
—¿Qué le pasó a tu mamá?
—Una recaída. No te preocupes, estoy con ella.
—Entiendo. Iré más tarde a verla. No te preocupes demasiado.
—Está bien, ten cuidado en el camino.
Colgué, acongojada.
¿Qué le pasó a la mamá de Mateo?
¿Acaso fue el disgusto de ayer lo que la hizo sentirse peor?
Y mi mamá... ¿por qué vino sola al hospital?
Si fuera algo sencillo, me habría dejado llevarla sin problema, pero me lo estaba ocultando... seguro no era algo bueno.
Sentía la ansiedad subir.
Ya no podía pensar en el ultrasonido