En ese momento, me di cuenta de que Mateo estaba viéndolo todo.
Con miedo de que pudiera malinterpretar algo, me acerqué de inmediato y le dije:
—Javier vino a ver a tu mamá hace un rato, y también se despidió de mí.
Mateo me miró.
Me apartó un mechón de cabello que tenía sobre la cara y lo acomodó detrás de mi oreja, sonriendo mientras decía:
—No te pongas nerviosa, no estoy molesto.
Suspiré de alivio y le apreté la mano.
—Mi mamá ya debe estar dormida, acabo de salir de su cuarto.
—Ya veo.
Mateo entrelazó sus dedos con los míos y caminó conmigo por el jardín.
Tenía los labios apretados y seguía en silencio, con una expresión preocupada, como si tuviera algo dándole vueltas en la cabeza.
Sabía que seguro estaba pensando en su mamá.
En ese momento, tampoco podía decir nada que pudiera animarlo de verdad.
Todo dependía de que el hospital avisara si encontraban un donante de riñón.
Entonces recordé las fotos que había tomado y se las mostré.
—Esta es la mujer con la que mi papá engañó a