Me daba risa… Casi parecía que pensaban que los guardaespaldas que traje iban a hacerle daño a ella o algo así.
No tenía ganas de perder el tiempo con mi papá, así que fui directo hacia la mujer.
Ella ya tenía la cara pálida del dolor.
Y claro, los guardaespaldas le estaban apretando el brazo con fuerza; parecía que se lo iban a arrancar.
Eso era justo lo que yo quería.
Le levanté el mentón con los dedos y le pregunté:
—Dime la verdad, ¿alguien te pagó para que sedujeras a mi papá?
La mujer respondió al instante, con los ojos llenos de lágrimas mientras miraba a mi papá:
—Yo no seduje al señor Cardot, y tampoco me pagaron. Lo conocí de casualidad, admiro su talento, su carisma... por eso estoy con él.
Mi papá asentía como loco al lado, y tirándome del brazo, me dijo:
—¿Lo oíste? Lucy de verdad me quiere. Suéltala ya.
Respondí con una risa sarcástica.
¿Será que todos los hombres disfrutan tanto de esas palabras falsas como mi papá?
¿Que admira su talento y carisma? Por favor.
Me le acer