El pulso de ella se ha detenido cuando puso su mano en su mejilla. Una corriente indescriptible se apoderó de su cuerpo, un escalofrío recorrió su espalda y un cosquilleo masajeó su mejilla. Aunque lo que no ha podido pasar desapercibido es su calidez y la suavidad de su piel.
Sigue sin comprender el comportamiento tan versátil de este hombre. Pero por más que quiera enfocarse en sus pensamientos, su mente está más que concentrada en esos ojos grises y en esa palma que solo deja un rastro de calidez a su paso. Yestin está por decir algo, pero su lengua está toda adormilada, sin poder controlar ninguno de sus sentidos.
Siente cómo él baja su mano hasta colocarse en su cuello. Abarcándolo en su totalidad por la anchura de su mano. Lo que la deja sin aliento y sintiendo las piernas como gelatina. Entrando en razón. Alejándose de él.
—Si solo me ibas a decir eso, es mejor que me vaya; mira la hora, ya es muy tarde —miente Yes con nerviosismo. Intentando salir de esa habitación.