POV León
No sé por qué tengo que estar en estas fiestas. No me gusta ver cómo tratan a las mujeres. Como si fueran un objeto que no siente nada. Algunos son tan malos que dejan a las chicas golpeadas, en terribles condiciones que me hace sentir impotente de no poder hacer nada por ellas. Me decepciona tener esa sangre por mis venas pensar que en un futuro tal vez esto podría ser… No yo nunca podría hacerlo. Veo a todos los hombres que están alrededor de mi jefe. Ellos juegan a las cartas mientras miro a todas las jóvenes rodeándolos. Ver a esas chicas me hace recordar a la joven que traje hace unas horas. Tan joven, indefensa, pero tan linda y pensar lo que le espera esta noche me hace sentir asco. A la vez de una fuerte tristeza e impotencia. Recordar esos lindos ojos azules tan llenos de pureza me saca una sonrisa era tan bella. Sin embargo recordar lo que el infeliz de Riccardo la ha corrompido me hace hervir la sangre. Agarro mi copa de la mesa y me voy hacia el jardín. Observó el enorme, silencioso y oscuro espacio, y en eso observó a lo lejos una joven. Pero miro que nadie se ha percatado de su presencia, así que se acercó a ella con mucha cautela y estando a una distancia segura, esperando ver qué trama. De la nada noto que intenta escalar por el árbol. —¿A dónde vas? —indago con voz calmada. Ella voltea de inmediato para verme y se sorprende ver a Evolet, a la joven que apenas llegó esta mañana; en la que he estado pensando hace unos minutos. La miro de pies a cabeza y me sorprende mucho más su belleza maquillada y luciendo de manera sexy con esa ropa. Me emociona mucho. Noto cómo retrocede un poco, como si me tuviera miedo. —No tengas miedo, ya te lo dije, de mí no debes de tener; yo no te lastimaré. —Le recuerdo. —Eso dicen todos y al final terminan lastimándote. —Menciona con ira. —Sí sé que este mundo está lleno de hombres horribles, pero no por eso nos juzgarás a todos. —Declaro con delicadeza. —Pero tú estás con ellos. —Sí, lo sé, pero no por decisión propia. —¿Entonces para qué te quedas? —ingada ella con asombro y confusión. —No tengo adónde ir. —Le respondo con sinceridad. Ella me mira como si mi respuesta la hubiera defraudado. —Yo sí tengo a dónde ir y por eso me voy; no estaré aquí rodeada de todos estos hombres horribles y asquerosos. Veo cómo ella intenta de nuevo subir al árbol, así que yo me acerco a ella y la tomo de la mano. —Suéltame —jala su brazo, separándose de mi agarre, y voltea a verme. —No te vayas —digo con una voz suave que hasta desconozco. —¡Ja, ja, ja! Es broma, ¿crees que me quedaré aquí? —se ríe de lo que le acabo de decir. —Pero ¿a dónde irás? Sí, todo lo que era tuyo lo compró el señor Riccardo. —Declaro, entiendo que mi obligación no es decirle, pero tiene que saber la verdad. —¿Qué? —dijo con asombro. —Lo que escuchas, él compró tu casa donde vivías y todos los negocios de tu padre; tú no tienes nada. —¿Y Clara y mi hermana? —No lo sé, solo sé que se fueron, pero no sé a dónde. —mencionó. —No puede ser —veo cómo ella se recarga contra el tronco del árbol. Noto que las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas. Sin pensar, me acerco a ella e intento poner mi mano en su rostro, pero ella me da un golpe que deja mi palma ardiendo; admito que tiene la mano bastante pesada. —No me toques. —Lo siento. —Me disculpo. —Entonces dime, hombre listo, ¿qué debo hacer, regresar y seguir acostándome con esos hombres? —me preguntó, esperanzo que yo le dé esa respuesta. —Escoge tú: regresas y demuestras a todos ellos lo fuerte y tenaz o sales corriendo de aquí y en menos de 24 horas serás torturada hasta morir. Así que escoge con esa cabeza que estoy seguro que es bastante lista —hago una pausa mientras ambos nos miramos unos segundos; al final rompo esa conexión para no verme tan evidente—. Y no te preocupes, yo no diré nada sobre tu intento de escape. Así que espero y decidas sabiamente. Sin decirle más, me doy la vuelta y regreso a la fiesta. Llego a la barra donde pido otra copa. Pasan unos minutos. Veo que alguien se acerca a mi lado. —Espero que hacer que me quedara sea una decisión buena —susurra un poco disgustada. —Desde ahora te digo que no es una decisión buena, pero es la que te mantendrá más tiempo con vida y sé que eres una mujer muy fuerte y muy inteligente; sé que saldrás viva de aquí. Ella pone su mano en la mesa de la barra y yo, sin pensar, pongo la mía encima de la de ella. Los dos nos quedamos mirando un momento. Pero ella aparta su mano con rapidez. —Si te escucha y te mira, tu jefe te matará —me recuerda. —Tal vez, aunque no creo que lo haga. —¿Por qué? —curiosea. —Por… No terminó lo que iba a decir. Cuando en eso volteo a verla. Miro que mi jefe se está acercando a nosotros y metiéndose en medio de los dos. Noto cómo toma a Evolet de la cintura, pegándola a su cuerpo. —Como veo que estás aquí, ya terminaste con el señor Rizo —habló Riccardo con fuerza. —Sí, señor. —Confirmo, Evolet. —Qué bueno, sabía que serías una chica obediente. Noto cómo la mira y cómo la toma. Sé qué significa esa mirada en él. Una ira llega a mí de tan solo verlo así con ella. —Con su permiso, señor —me disculpo. Me alejo de ahí y vuelvo a salir afuera, pero esta vez a la entrada principal. —Tú más que nadie conoces las reglas y espero que las respetes. Escucho la voz de mi jefe detrás de mí y me giro para verlo. —Pues a ti no te detuvo eso, ¿o sí? —Veo cómo saca su arma y me apunta a la cabeza. —Deberías de respetarme; soy mas que tú jefe. —dijo con rabia. —Eres mi jefe y nada más. Pero eso no dice que manejes mi vida. —Le contesto sin dejar de verlo. —Solo porque te necesito; si no, te mataría aquí mismo. Solo te advierto. Puedes meterte con todas las chicas que tengo, pero con ella no. —¿Por qué? Si apenas tiene un día contigo, ¿qué tiene de especial? O no me digas que el sanguinario Riccardo Richter está enamorado… —Pega su arma contra mi frente. —Mira, hijo de puta, eso no te interesa a ti. Pero estás advertido, así que no me provoques. Él baja su arma y veo cómo se va. Mientras yo aprieto la mandíbula y la mano. Así que para descargar mi ira golpeé varias veces mi auto. Me meto en él y me quedo pensando. “Evolet es linda, debo de admitirlo, y hay algo en ella que me hace sentir bien. Desde que la subieron al avión toda inconsciente, miré su lindo rostro y me cautivó. Pensé que al llegar e irme se me olvidaría, pero no, y verla esta noche me hizo ver que me gusta porque detenerla es algo muy arriegado donde puedo perder la cabeza; si no me interesara, la hubiera dejado ir y no sería mi problema lo que le pasara. Tambien tocarla sabiendo que estaba mi jefe fue sentenciarme a mí mismo, pero lo volvería a hacer para sentir la suavidad de su piel”. Sé que fijarme en ella es mi sentencia de muerte que soy capaz de afrontar. Me quedo en mi auto durante toda la fiesta. Hasta que miro que mi jefe sale con todas las chicas. Entre ellas va Evolet. Era chica hermosa de cabellos dorados.