Nuestras miradas se quedan mirando fijamente y la verdad ya me está desesperando que él no me diga dónde demonios están.
—Creo que no vale la pena seguir mintiendo porque, a fin de cuentas, yo ya estoy muerto. Así que está bien, te diré. Como te acabo de decir, esa niña no es mi hija. Ya, zorra de Clara, no solo le mintió a tu padre, también a mí. Me hizo creer que era mía. Pero esa niña no tiene ni una pizca de mi sangre.
—No te creo, sé que lo estás haciendo para ocultarla.
—Si no me crees, mira en la habitación donde te encerré para que te violaran; creo que todavía recuerdas dónde es.
Le hago una seña a Leon y él de inmediato se va hacia donde acaba de decir Riccardo. Y antes de que pueda hablar, él ya está hablando.
—Sé que vas a querer una explicación. De por qué creo que esa niña no es mía. —Hace una pausa que me desespera. —Pues verás, después de que, según te habías muerto, y como creo que estás enterada de que mis noticias no es lo mismo que antes. Una noche me encontré