Cuando Raina despertó, notó que estaba entre los brazos de Iván.

La noche anterior, él la había abrazado al entrar a la casa y la soltó para hacer una llamada. Ella se dio una ducha y se acostó.

No supo cómo se quedó dormida ni cuándo Iván regresó. Lo único que sabía es que ahora estaba acostada junto a él. Ellos solo eran un matrimonio de fachada, pero ahora se sentía como algo real.

—A la señora Herrera le encantan los abrazos —dijo Iván, haciéndola espabilar.

En cuanto lo oyó, trató de apartarse de él, pero notó que él tenía las manos en su cintura. Así que...

Probablemente por no haber tenido padres desde chica, Raina carecía de seguridad. Estaba tan acostumbrada a abrazar su muñeca cuando dormía, que incluso a su edad, todavía tenía una muñeca grande en su cama. Necesitaba abrazarla para sentirse tranquila.

La noche anterior, lo había confundido con su muñeca.

Pero, claro, no podía decirle eso. No quería problemas tan temprano.

—Iván, a partir de ahora, cuando yo duerma en la cam