Secretos al filo (3era. Parte)
El mismo día
Málaga
Ramiro
Atacar de frente era una tontería elegante: perdías la sorpresa y le regalabas al otro la ventaja de prepararse. Yo no jugaba con espadas ni con honor; jugaba con tiempo, con astucia y con la paciencia de quien sabía esperar a que el otro se hiciera daño solo. Me arrastraba como serpiente, observaba, calculaba el movimiento ajeno y daba el colmillo en el momento exacto. Esa era la vía segura hacia la victoria.
Con Iván Negrete no iba a cometer la estupidez de mandar matones ni montar un escándalo público. Un empujón burdo solo lo habría convertido en víctima útil: desprestigio, filtraciones, titulares que hundirían el plan. La sugerencia de Juliana —micrófonos, ficharlo, poner gente— podía servir, pero no bastaba; había que abrir otras vías para saber qué mierda buscaba.
Estaba en mi pent-house y el whisky me quemaba la mano. Juliana esperaba mi respuesta con una mezcla de desafío y curiosidad. Finalmente, mi voz rasposa emergió en el ambiente.
—Juliana, el