Lo que callamos (1era. Parte)
La misma noche
Málaga
Iván
A veces, solo a veces, me sorprendo buscando el peligro con los brazos abiertos. Me basta con ella… con Camila. Lo entendí tarde, demasiado tarde, en el instante en que la invité a mi departamento. Fue una estupidez, casi un acto suicida, porque no calculé los riesgos.
Lucas estaba allí, hablando conmigo, y por un instante temí que Camila hubiera escuchado más de lo debido. Mi cabeza quedó en blanco, pero mi amigo supo mentir con frialdad. Yo sobreviví al momento, aunque en el fondo me sentía descubierto. Apenas se marchó, mi atención volvió a ella. No fue un simple giro de mirada: fue la necesidad de ponerle nombre a lo que siento, aunque sea absurdo. Le pedí ser mi novia.
Lo dije consciente de lo que arriesgaba, y aún, así lo solté, porque el terco de mi corazón no entiende razones. Ella me respondió con silencio, con un balbuceo apenas audible, con ese rostro desencajado que me perforó el pecho. Sé que nada de esto tiene sentido, que al final lo único que