Una niña pequeña es abandonada en el bosque encantado por su madre. La encuentra un hombre lobo alfa, que decide cuidarla hasta que sea mayor de edad. La toma para él y ella queda preñada de trillizos del Alfa. Eso es algo que jamás había pasado antes, por lo que el Alfa se vuelve agresivo con ella pensando que esos hijos no son suyos sino de alguna otra criatura. Ella logra escapar de la cabaña donde la tiene encerrada porque quiere vivir para salvar a los cachorros que lleva en el vientre. Corre hasta que cae rendida. Un hombre la encuentra en el bosque y se la lleva con él. Resulta ser el CEO de una empresa muy exitosa. Él la cuida y la proteje porque ella le cuenta toda su verdad. El CEO caerá ante el amor que nace entre ellos, pero la madre de él no lo permitirá. Hará hasta lo imposible por separarlos. No quiere una don nadie en su estirpe. Pronto volverá el alfa, quién se considera el dueño de la chica y más aún, al enterarse de que ha parido algo muy especial y único. EL CEO oculta un pasado poderoso, que le permitirá protegerla a toda costa.
Ler maisLa mujer salió con su pequeña hija desde una choza medio derrumbada, hacia el bosque encantado. Estaba a solo unos pasos de lo que llamaban hogar. Andara Hers tenía frío, sus mejillas rojas lo confirmaban. La madre llevaba a su hijita fuertemente sujeta, la apuró para que anduviera más rápido.
-Mamá, vas corriendo y no puedo seguirte.
- Lo sé, perdona hija. Pero necesito que lleguemos rápido.
La madre la llevaba casi volando, tenía mucha prisa. La leyenda del Bosque al que iban era que ahí vivían muchos seres mágicos, que ellos cuidaban de los seres buenos y castigaban a los malos. En la ciudad asustaban a los niños mal portados con "te voy a ir a dejar al bosque si no comes tu comida". Nadie había visto jamás a ninguno, pero la leyenda seguía teniendo poder. Es por eso que cuando Andara entendió hacia dónde iban, sintió miedo y no pudo evitar preguntarle a su mamá porqué iban hacia allá. La madre no le respondió, solo apuró el paso. Una lágrima salió volando de los ojos de ella y cayó en la mejilla de Andara. Luego otra y otra.
Llegaron al bosque. La madre daba pasos muy seguros, abrió un camino que estaba escondido tras una pared de hierbas y entraron. Andara vio a lo lejos una casita pequeña construida bajo un gran árbol de hojas verdes y muy frondoso. Soltó la mano de su hijita y se descolgó del cuello un medallón con forma de sol. Lo puso encima de una figura que estaba en la puerta y esta se abrió. Al entrar, Andara vio que estaba todo limpio y ordenado. La madre tocó la chimenea con la mano y esta se encendió sola.
- ¿Cómo hiciste eso, mamá?
La madre tocó los muebles de la cocina y apareció comida. Tocó el canasto de la leña y apareció leña. Se arrodilló frente a su pequeña hija que la miraba con ojos muy abiertos y le dijo:
- Escúchame con atención, Andara. Te vas a quedar aquí de ahora en adelante. Toma mi medallón, mientras lo tengas puesto, la casa te va a dar todo lo que necesites. Nunca lo pierdas. Yo debo irme y no puedo llevarte conmigo. Debes quedarte aquí.
- Mamá, pero ¿volverás por mí?
- Sí, lo haré cuando me necesites más. Prométeme que te quedarás, nunca vuelvas a la ciudad y no salgas fuera de la cortina de hierbas o morirás.
Andara abrazó a su mamá y lloró en su cuello. Su madre lloró también y le acarició el pelo rubio y brillante. Le dejó caer un beso en la blanca frente y la apartó de ella para irse.
- Mamá no me dejes, ¡no te vayas por favor!
- Te amo, Andara. Eres una buena chica. Estarás bien.
La madre abrió la puerta para irse y miró a su hijita por última vez. Lágrimas corrían por sus mejillas sonrosadas. Le rogaba con la mirada que no se fuera. Pero cruzó la puerta y se marchó.
Andara se acercó a la ventana y vio como su madre cruzaba la pared de hierbas y desapareció tras ella. Se sentó en el sillón que había al lado de la chimenea y lloró hasta que se quedó dormida.
Cuando despertó, su estómago rugía de hambre. Fue hacia la cocina encontró pan y frutas y leche. Comió hasta saciarse y luego volvió a mirar por la ventana, con la esperanza de que su madre volviera. Lo hizo por muchos días, meses y años. Pero su madre no regresó.
Andara fue obediente, se quedó siempre dentro de la pared de flores, nunca salió. En ese lugar, siempre estaba soleado, no llovía ni hacía demasiado frío. La casa siempre le daba lo que necesitaba. Si algo se acababa, aparecía más al instante.
Para pasar el tiempo, Andara leía los libros que habían en la casa. También pintaba. Encontró pinturas en una cajita muy linda que estaba en un mueble. Las pinturas nunca se terminaban, por lo que ella pintaba lo que leía, se imaginaba a los personajes y a las historias y las ilustraba. Un día, cuando ya había leído todos los libros, miró hacia el techo y dijo "casa, ¿me puedes dar más libros?" Y pasa su sorpresa, aparecieron más. Cocinaba y lavaba su ropa que jamás se ajaba. Es así como pasó sus días hasta la tierna edad de los 15 años.
Una noche, cuando Andara dormía tranquilamente, tuvo un extraño sueño con lobos. Ella acunaba en sus brazos a un bebé hermoso y sonrosado, el bebé le sonreía feliz. De pronto, el bebé abrió su boca y mordió su brazo y ella despertó asustada. No había notado que dos hombres muy desgarbados estaban recorriendo su casa. Andara se levantó en silencio y se escondió en un mueble. Los tipos abrían los cajones y daban vueltas todo a su paso buscando cosas de valor, pero no encontraban gran cosa. Estaban por darse por vencidos cuando abrieron el mueble en donde estaba escondida ella. De inmediato vieron el colgante que había en su cuello y resplandecía en la oscuridad. Se les ocurrió que era algo muy valioso, así que la tironearon para sacarla de allí y quitárselo, pero la chica se resistió valientemente. Los tipos estaban enloquecidos por llevarse algo de valor y pensaron que ella también tendría un buen precio si la vendían como esclava a alguien con dinero porque ella era muy bonita, así que sacaron un arma y la golpearon en la cabeza. Se la echaron al hombro y salieron de la casa con ella a cuestas. En cuanto Andara salió de la casa, la chimenea se apagó y todo quedó en tinieblas. Así fue como la vida de Andara se complicó sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo.
Era de mañana cuando Andara abrió los ojos. Estaba en su dormitorio, en su cama. Se sentó asustada, inmersa en la última imagen que tenía en su mente, la del lobo sobre ella. Se dio cuenta de que no había peligro alguno a su alrededor. Se revisó la cabeza, el lugar en donde se supone habría marcas del golpe. Sin embargo, no había nada allí. Se destapó y revisó su cuerpo, pero no había huellas de forcejeos o roces con las ramas que le rasgaron la piel. - No entiendo, ¿por qué no tengo ninguna herida? Estoy segura de lo que vi anoche.Trató de recapitular en su cabeza, pero ella estaba segura de que lo que había vivido era real. Decidida a obtener alguna explicación, caminó hacia la puerta de su habitación y al abrirla, el aroma a café recién hecho la golpeó. Bajó corriendo las escaleras hacia el comedor y cuando llegó allí, vio a Menhir sentado a la mesa sorbiendo su café humeante. Como antes, cuando desayunaban juntos y él no la ignoraba.Se plantó frente a él, decidida a obtener las
- No lo comprendo. ¿Habré hecho algo que le molestó a Menhir? Se ha mostrado tan distante de mí. Es como si... como si ya no le importara que yo esté o no cerca.Andara acarició las alas de un hermoso pajarito que escuchaba su diálogo en uno de los ventanales de la biblioteca. Los ojos se le llenaron de lágrimas que bullían por salir.- Sé que no soy la más bella o la más interesante por aquí, pero creí que teníamos una conexión muy fuerte. Hace unas semanas ya que ni si quiera se molesta en desayunar conmigo. Apenas veo su sombra deambular de un lado de la casa al otro. No puedo comprender qué pasó. Me gustaría arreglarlo. La chica se llevó las manos al rostro para acallar su llanto. Ya no podía evitar llorar, aunque estuviera en un lugar tan inapropiado como la biblioteca. El Alfa se mostraba bastante distante de ella y evitaba el contacto lo más que le era posible. Para ella, lo que sentía por el Alfa no había cambiado en absoluto, por eso le dolía tanto su indiferencia. Su amiga
Andara abrió los ojos y se encontró perfectamente acomodada en su habitación. Recordaba muy bien que se había quedado leyendo en la noche, ya que no podía dormir bien sabiendo que el Alfa no estaba en casa. Así que supo de inmediato que él había vuelto.De un salto se puso en pie y se arregló rápidamente. Estaba feliz de tenerlo de vuelta y además, había tenido un precioso sueño lleno de besos y caricias. Se cambió el vestido y se peinó de nuevo. Se miró al espejo antes de salir de su habiatción y su reflejo sólo mostraba la luz que había regresado a sus ojos sonrientes. Caminó rápido hacia la puerta y en cuanto la abrió, el aroma de Menhir la golpeó como un vendabal. Era él, ahí estaba su presencia de nuevo. ¿Estará bien? ¿Estará herido? ¿Habrán salido bien las cosas con los lobos grises? Andara tenía muchas preguntas en su cabeza mientras bajaba las escaleras precipitadamente. Estaba tan tan ensimismada en sus pensamientos que no se percató de que no se había puesto calzado alguno.
Había sido una situación bastante complicada. Los lobos grises cada vez se volvían más insistentes en volver a hacer los acuerdos respecto a los límites de cada manada. Menhir, como Alfa debía volver a poner sobre la mesa los tratados realizados hace ya tanto tiempo. Debía ser políticamente correcto, conciliador. Contrario a su naturaleza ofensiva, debía evitar a toda costa una nueva guerra, para mantener a los habitantes de su Villa a salvo. Y ahora, también a Andara. Él estaba muy consciente de que ella, al ser humana, sería un blanco mucho más débil a la hora de defender o atacar. Por lo tanto, se esforzó en dejar los límites claros, pero con la diplomacia como mejor arma.Estaba muy cansado, habían sido horas agotadoras mentalmente. Ya era de madrugada y solo quería llegar a su casa y zambullirse en su cama para descansar al fin, pero, sobre todo, quería llegar al lado de Andara para volver a ser él mismo, dejar su rol de líder y sólo ser el centro del universo de esa pequeña hum
Los libros son un trabajo que Andara disfrutaba mucho. Además de todo el conocimiento que le dejaban, la magia que fluía de sus hojas la hacía sentir renovada. Cada tarde se llevaba con ella a la casa un libro para seguirlo leyendo después de cenar con Vivienne, Menhir y también el brujo, quién comenzó a visitarlos en las tardes. Los cuatro hablaban de su día y compartían un tiempo agradable mientras comían. Andara los despedía con un abrazo y una sonrisa. El Alfa se quedaba sentado a la mesa, bebiendo su taza de café, observándola leer ávidamente su libro, haciendo anotaciones en su libreta para escribir las reseñas cuando lo terminara. Fingía leer también, pero en realidad, solo se quedaba allí para poder observarla e imaginar lo que sería acariciar ese hermoso mechón plateado que gritaba su nombre. La tenía allí mismo, tan cerca pero tan lejos. Sin embargo, sabía muy bien que si sólo por curiosidad se acercaba a ella, sería muy fácil perder su dominio propio. Esperar. Debía ser pa
Menhir sabía que no era el momento. Andara era menor de la edad necesaria para llevarla al Lago de las Promesas. Debería esperar, si realmente la quería para él. ¿Cómo iba a ser capaz de lograr algo así? Aún faltaban un par de años por delante, tiempo que nunca le había parecido tan tortuoso y difícil. Vivienne ni si quiera le preguntó a su amiga por el nuevo mechón que adornaba su rostro. - Se te ve hermoso, me encanta. ¡Te da un aspecto tan mágico! Yo también quisiera uno así - dijo ella, mostrándole una expresión infantilmente triste. Andara sonrió frente a la carita tierna que hizo y la tomó del brazo para salir a busca su trabajo en la Villa.Luego del mágico momento entre el Alfa y la humana, él le sonrió y se fue a su habitación apretando las manos fuertemente para contener el deseo de abrazarla y no soltarla jamás. Salió de la habitación sin mirar atrás y se recostó en su cama, rememorando la sensación de sostener la mano de su Sol mientras escuchaba su promesa sagrada. Se d
Último capítulo