-Dime, humana. ¿Qué hacías en ese bosque?
El Alfa sorbeteó su café humeante. Sus grandes manos sosteniendo una taza tan pequeña le dieron a Andara la sensación de que ese podría ser su cuello, así que mantuvo la mirada baja.
-Yo... yo vivía en ese bosque.
-¿Los humanos no saben que ese bosque es peligroso? Viven muchos seres mágicos en él y la mayoría no son amigables.
- Sí, lo sabemos. Nadie se acerca a ese bosque de donde yo vengo.
-¿Entonces? No comprendo.
Andara se tomó un momento para volver en su mente al pasado. Recordar el momento en que su madre la dejó ahí, sola, la llenaba de dolor.
- Mi madre me llevó hasta ahí. Me mostró una entrada oculta en medio de la maleza. Ella tenía el acceso a una casita debajo de un árbol. La casita es mágica, me cuidó todo este tiempo. Me daba todo lo que le pedía. Pero esa noche en que esos hombres entraron, toda su magia estaba apagada. No lo entiendo tampoco. Esos hombres buscaban qué robar y pensaron que yo era la mejor opción. Me llevaron con ellos y pensaban venderme hasta que usted... usted... me salvó.
Andara no levantó jamás la vista hacia el Alfa, pero ella podía sentir su mirada bañándola, cubriéndola con algo cálido. Él solo se limitó a sorber su café, cerró sus ojos y bebió de la taza.
- ¿Sabes dónde está tu madre ahora?
- No lo sé, no me dijo adónde iba o por cuánto tiempo. Sólo me dijo que no perdiera jamás el medallón.
El Alfa dejó su taza sobre el platito en la mesa y miró hacia el sol de la mañana que entraba por la ventana. Se quedó pensativo un momento.
- Ese medallón ¿tiene magia? ¿Lo usaste para algo en especial?
- Mi madre lo usó para abrir la puerta de la casita en el bosque. Me pareció más como una llave, no sé si es mágico o no, si le soy sincera.
El Alfa se puso en pie y avanzó decidido hacia Andara, que estaba sentada en una silla que le quedaba muy grande. Al llegar frente a ella, el Alfa se arrodilló para quedar cara a cara con ella. Con un movimiento rápido tomó el medallón en forma de sol que colgaba de ese fino cuello y lo observó fijamente. Andara logró observar los tatuajes en los dedos de su mano salvaje, tenían la forma de las fases de la luna, una en cada dedo. De los que nacían garras en vez de uñas, garras azules del color de su ropa.
-Este medallón me llamó. Fue como una estrella fugaz en la oscuridad de esa noche. Brilló dorado en el cielo nocturno y me indicó el camino hacia ti.
Andara no pudo evitar mirar al Alfa a los ojos, unos ojos tan negros y profundos como esa noche.
- Fue casi un grito, en color dorado. No pude negarme. En cuanto te vi, supe que tú me llamabas. Por eso di contigo y por eso te salvé.
Ambos se miraron fijamente en ese instante por primera vez tan cercano. Andara sintió que sus ojos se nublaron con lágrimas que trataban de escapar desde su pecho. "¿Habrá sido mi madre quién lo llamó? ¿Ella habrá usado el medallón para llamarlo y salvarme?"
-Aquí estás a salvo, nadie te va a lastimar. Te doy mi palabra.
El Alfa levantó su mano libre y con apenas el roce de un dedo limpió las lágrimas que corrían por las mejillas de Andara. Entre ambos había una conexión que no tenía explicación ni origen. Pero era tan evidente que el lobo no podía rechazar.
De pronto, como si saliera de un hechizo, se sacudió la cabeza y se puso en pie, volviendo a su asiento.
- Le pediré a Vivienne que te busque un hogar en la villa, que te consiga ropa de tu talla y te dé algo qué hacer. No te faltará nada, puedes estar tranquila.
- Una vez más le agradezco, Alfa. Estaré feliz de ayudar en lo que quiera.
- Disfruta de lo que quieras comer. Cuando termines, Vivienne te estará esperando en la entrada.
Con un gesto de cabeza, se despidió sin palabras y abandonó el lugar.
Andara se vio a sí misma frente a esa gran cantidad de comida y se sintió como uno de esos pastelillos pequeños, uno entre todos los de esa bandeja. Pensó si realmene estaría a salvo ahí y si podría cumplir con lo que se esperaría de ella. Pero se prometió a sí misma dar lo mejor de sí para ser una ayuda ideal y corresponder a la generosidad de ese lobo que había salvado su vida dos veces ya.