La mesita de centro voló por los aires cuándo Adhara, sin querer, la golpeó con su pierna en la carrera.
- ¡Auch!.- Exclamó por el dolor, saltando sólo en un pie mientras masajeaba la zona lastimada por el impacto.
Su rostro estaba caliente, cómo si hubiese estado metida dentro de un horno y el latido desbocado de su corazón como si acabara de correr una maratón, hacía que sintiera su pecho a punto de partirse en dos.
- ¿Qué hice Dios mío?, ¡¿Qué hice?!.- Cerró sus ojos y una mueca de pura vergüenza desfiguró sus facciones.
Nunca jamás en su miserable vida había estado tan cerca de un hombre. Era más virgen que las vírgenes y por lo tanto, sentir aquellas... Aquellas cosas no estaba en sus planes.
Se dejó caer en el sofá con las manos en su pecho, tratando de suprimir los enloquecidos latidos de su corazón, pero su mente estaba dispuesta a torturarla reproduciendo una y otra vez ese instante que descompuso todo su sistema y alteró cada uno de sus sentidos.
Llevó una de sus manos a sus