A un lado

La tarde cayó sobre Le Diable, y el club se transformó en un centro de operaciones. Enzo había conseguido computadoras y todo el equipo necesario para rastrear a Diego. Con la ayuda de Guevara, lograron acceso a las cámaras de la ciudad, sabiendo que, aunque Diego probablemente ya no estaba allí, cualquier pista que surgiera podría ser crucial.

Mientras tanto, Amatista continuaba descansando en la habitación. Su fiebre había bajado, y poco a poco comenzó a despertar. Aún sintiéndose algo débil, notó que ya no estaba en la dependencia sino en el club. Se incorporó con lentitud y decidió darse una ducha rápida. El agua tibia la ayudó a despejarse. Luego, se vistió con ropa cómoda y bajó a la sala principal.

Al llegar, vio a Enzo, Guevara y los demás concentrados en las computadoras. Sus voces eran serias, sus rostros tensos. Sin embargo, Amatista no les prestó demasiada atención y siguió su camino directo a la cocina.

Con calma, se preparó un batido y unas tostadas. Sentía hambre despué
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