El sol comenzaba a ascender lentamente sobre la ciudad, tiñendo el cielo de tonos cálidos, cuando Enzo Bourth dejó atrás la tranquilidad de la finca que le servía de refugio. Había sido un día largo, lleno de recuerdos y emociones intensas que lo mantenían ocupado en su mente. Sin embargo, a pesar de la calma que le ofrecía la mansión, algo persistía en su interior: el pensamiento de Amatista. Se vio a sí mismo en la carretera, conduciendo hacia el lugar que más anhelaba, sin saber cómo manejar la desconcertante sensación de su propia vulnerabilidad. Mientras manejaba, el sonido del motor parecía calmarlo, y por un breve instante, su mente se despejó.Al llegar a la mansión, se sintió nuevamente envuelto por el aire de rutina y la familiaridad que siempre le había brindado ese lugar. Sin embargo, al cruzar la puerta, algo se encendió dentro de él, algo que no podía apagar. A los pocos minutos, su madre, Alicia, apareció en la cocina con una taza de té en las manos. Siempre había sabid
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